Nuestro fantástico ministro de Economía, capaz de publicar un libro de título larguísimo “ España amenazada: De cómo evitamos el rescate y la economía recuperó el crecimiento” sobre lo bien que siguieron las órdenes de Merkel, tiene un hábito que muy probablemente ha hecho enfadar a bastantes personas.
Entre el 2006 y el 2008 fue presidente de Lehman Brothers para España y Portugal, y aparte colocar a sus clientes un montón de activos financieros de Lehman cuando él ya sabía que la compañía iba a quebrar en cuestión de meses, fue el principal promotor y colocador de las cuotas participativas de la CAM, posteriormente juzgadas por estafa.
A pesar de ello y sin que sea extraño, una vez conocido como funciona Rajoy, fue nombrado Ministro nada menos que de Economía, y como no podía ser de otra forma ha repetido la jugada esta vez desde el gobierno de España.
Durante más de una semana antes del anuncio de su venta, de Guindos repitió varias veces al día que Banco Popular no tenía problemas de liquidez y se estaba recuperando la situación, y es seguro que estas manifestaciones debieron convencer a inversores para aprovechar la ocasión para comprar a precio de saldo acciones de un banco que el señor ministro decía que se iba a recuperar. Lo que los inversores no sabían es que el primero de junio Deloitte (la prestigiosa firma que engañó a los inversores en Bankia aunque el juez los haya exonerado) había iniciado una auditoría del Popular cuyo objetivo era determinar la verdadera situación del banco, y al acabar la auditoria entre la señora Botín y de Guindos deciden que la primera compraba el Popular por un Euro y un compromiso de capitalización cercano a los 8.000 millones, y el señor Draghi del BCE les dijo “vale, por mi hagan lo que quieran mientras no me cueste un céntimo”, y así se consumó otra barbaridad bancaria, como todas, sin culpables ni responsables.
La verdad es que no hay ni creo que se pueda conseguir evidencia alguna, pero la operación Santander-Popular, como casi todas las operaciones de este tipo en España, me huele muy, pero que muy mal, y en este caso más todavía por tratarse del principal banco del Opus Dei, y la mejor prueba de ello es que de Guindos compareció en el Congreso para explicar la operación, pero, después de escucharle y hacerle preguntas, los diputados salieron de la sala con más dudas e incógnitas que a la entrada. Estoy convencido que el Opus, su gente y simpatizantes que tenían acciones en el Popular, si es que han perdido algo, no habrá sido una gran cifra.
No quiero acabar esta nota sin recalcar dos asuntos que empeoran todavía más el chanchullo. Primero la intervención de la auditoría Deloitte. Después de su contribución a la estafa que supuso la salida a bolsa de Bankia es incomprensible que el gobierno vuelva a utilizarlos, a menos que sea por lo obedientes que han demostrado ser. Tanto el gobierno volviendo a contratarlos como el juez obediente que los acaba de exonerar del caso Bankia se burlan de nosotros, los ciudadanos de este país, de malísima manera.
Segundo. El hecho que en muy pocos casos, y en ninguno de los más importantes, se hayan pedido a los gestores que llevaron a la institución al desastre y a los funcionarios que no lo impidieron, responsabilidades e incluso investigado las operaciones para eventuales condenas de cárcel, y que no solo eso sino que todos se retiran a su lujosa casa con los bolsillos y las cuentas del banco a rebosar, es una total e irrefutable demostración que estamos gobernados por una oligarquía de irresponsables, corruptos e insensatos dentro de un sistema que de tanta podredumbre suelta un pestazo insoportable.