Revista Viajes

De Hsipaw a Pyin Oo Lwin por el viaducto de Gokteik

Por Worlding8

Nos despedimos de nuestro alojamiento con un poco de pena. Nos hubiera gustado haber podido dedicarle alguna noche más, J. Olivier nos espera en la puerta y salimos a desayunar con él. Nos despedimos de él con un fuerte abrazo aunque no descartamos volvernos a encontrar en nuestro viaje por Birmania.

Son casi las 9 y nos acercamos a la estación a comprar los billetes. El tren sale a las 9'25 horas. Al visualizar la estación vemos que la gran mayoría son turistas aunque luego compramos el billete y nosotros somos los únicos en Lower class. La compra del billete nos cuesta casi 3/4 de hora. El hombre parece hacerse daño con tanto pasaporte y eso que por suerte sólo pagamos los extranjeros.

¡Empieza el trayecto! Salimos en el mismo sentido de los poblados Shan que visitamos ayer por la tarde. Los paisajes son preciosos y el sol brilla a más no poder encima de los arrozales y los trabajadores del campo. Los niños nos saludan cogidos de su madre, los bueyes se bañan en las balsas llenas de barro mientras nos ven pasar y los pajares están tan bien montados que te dan ganas de echarles un soplido para que se alboroten. Unos chicos jóvenes muy simpáticos nos acompañan con sus fumeteos y sus cánticos hasta la primera parada. Un cuarto de hora hasta volver a arrancar. Ahora, en vez de los chicos, tenemos de vecinos a una mujer y un hombre con un niño pequeño majísimo.

Hay veces que el tren da unos tambaleos tan grandes que parece que vaya a descarrilar aunque ya lo vimos en nuestro viaje en tren de Yangon a Bago. El pasillo está en un sin vivir por el trajeteo de las mujeres cargadas con cestas en la cabeza vendiendo cualquier tipo de material comestible. Picamos con un par de ellas. Paramos varias veces y en cada parada el tren tarda más de 5 minutos en arrancar.

Hacia el medio día el paisaje empieza a ser diferente y cambiamos los arrozales y el color amarillo por un paisaje totalmente húmedo y verde salvaje. Pasamos un par de túneles y después de algunas rocas resbaladizas y matorrales mojados por agua, Albert me dice que le parece llegar al puente del viaducto.

En menos de 5 minutos el tren empieza a ir muy lento. Salimos del túnel y ya observamos a lo lejos el gran puente. Empezamos a flipar -¿Por allí hay que pasar?- El tren cada vez se acerca más hasta que veo el vacío ante mis ojos. Albert se va corriendo para delante para verlo lo antes posible. Yo me quedo sentada, flipando. Miro para atrás, prácticamente no hay ninguna ventana sin una cámara sujetada por su consiguiente brazo. Miro hacia adelante, la cara de Albert emocionado, miro abajo ¡Un vacío que te cagas! El tren pasa muy lentamente, de tanto en tanto mete unos chirridos que sin querer hacen que piense un mal final para esta experiencia. De pequeña tenía mucho vértigo y aunque ahora lo llevo mucho mejor, incluso casi me gustan las alturas, esta era una de esas que te dan cosquillitas en el estómago.

Al cabo de un minuto y poco de agitación absoluta por cruzar en tren un puente de 96 metros de altura de la era británica a través de la garganta de Gokteik observamos unos monjes subidos en unos pedestales de piedra justo la final del puente ¡Nos están filmando y tirando fotos con las cámaras! Los saludamos y nos desean un feliz viaje -¡Muchas gracias majos!- lo bueno eran sus pedazo de cámaras .

Justo después de pasar el puente llegamos a la estación de Gokteik. Paramos a esperar hasta cruzarnos con el tren que viene de vuelta que tarda unos 10 minutos en pasar, mientras nosotros aprovechamos para tirarnos la foto de felicidad con el letrero del nombre rey de hoy "Gokteik". El tren que estábamos esperando pasa llenito de turistas. Una vez pasado arrancamos de nuevo. El paisaje continua siendo montañoso, con esto el fresco está haciendo mella en mi cuerpo y acabo queriéndome poner los pantalones largos y el polar.

Nuestra vecina de al lado, la mujer simpática me llama corriendo y su marido también. Me dicen que me acerque a su ventana. Por su ventana, observo de nuevo el súper puente por el que habíamos pasado pero esta vez los protagonistas son los del tren que habíamos esperado. La imagen es brutal. Me quedo acoplada a su ventana hasta que ya no divisamos el puente, Albert ya se había encargado de encontrar su ventana de éste lado.

Cuando volvemos a sentarnos no entendemos como es posible que hayamos vuelto a ver el puente, pero lo mejor de todo es que lo vemos en poco rato otra vez más, esta vez sin tren corriendo entre las vías ¿Estaremos dando vueltas?

Nos volvemos a deleitar con los paisajes, y la gente que trabaja en ellos y pasamos por una estación que paramos unos segundos. En el letrero leemos que estamos a un poco más de 3.300 metros por encima del nivrl del mar ¡eh ahí el frío polar!

En una hora más aproximadamente llegamos a Pwin Oo Lwin después de 7 horas en tren que nos dejan mucho que recordar. Le damos las gracias a la señora y al pequeñajo, el marido se había bajado con un saco enorme entre manos algunas estaciones antes.

La llegada a la ciudad es un tanto confusa. Bajamos del tren y no sabemos por donde tirar pero enseguida encontramos la salida. Cruzamos toda la calle de la estación recto hasta llegar a la principal y observamos una GH donde preguntamos, pero resulta ser para "no extranjeros", empezamos bien... Giramos a la derecha, sabemos que los alojamientos están por aquí y después de entrar a varios donde el precio no baja de 30 dólares encontramos un alojamiento indio que nos dejan la habitación por 15. Al mostrarnos la habitación casi caemos de la peste a humedad, y preguntamos si tienen alguna otra contestándonos que valen 35 dólares ¡Buf!. Un poco más para abajo encontramos el Golden Dreams y y me acuerdo de que es barato. Efectivamente nos cuesta 6 dólares persona, barato de la muerte. Mientras subimos las escaleras para que nos enseñen la habitación me doy cuenta que esta habitación me sonaba porque buscando opiniones antes de ir resultó que una chica se encontró una rata en su habitación. La pobre fue a recepción a pedir un cambio de habitación y la respuesta fue: -¿Do you have a rat? ¿So?- se lo recuerdo a Albert y subimos las escaleras riéndonos pero más nos reímos cuando después de pasar por unas 3 o 4 habitaciones abiertas, con sus alojados de origen indio mirándonos, nos abre la puerta de la habitación ¡Madre! ¿Pero esto que es? El suelo no lo han limpiado en años, el lavabo tiene mierda incrustada en el suelo y está mojado de haberse pegado alguien una ducha hace menos de media hora, y la cama.... ¡Lo de la cama no tiene nombre! Una de ellas tiene un roal enorme marrón en el cojín y otro mucho más enorme en la sábana. No puedo comprender como son capaces de enseñar una habitación así, y encima con espectadores, porque cuando nos giramos después de comentar lo limpio que estaba todo por lo menos habían 4 personas en la puerta de la habitación. Nos vamos pitando y por suerte justo al lado está el Grace Hotel II, que aunque las habitaciones no son una maravilla el wifi va bastante bien, la habitación es amplia con 3 camas y tenemos lavabo privado e incluido el desayuno. Para una sola noche está perfecto mañana continuaremos para Mandalay.

Para aprovechar al máximo nuestras pocas horas por la ciudad nos acercamos al mercado nocturno donde comemos por 2 euros: fideos shan con tomate, 4 rotis con azúcar y 8 pastas de diferentes clases rebozadas ¡Perfecta cena!.

A la siguiente mañana justo antes de partir a Mandalay en pick up (más info.) visitamos la pagoda principal, y el templo hindú junto con las callejuelas del mercado y la clock tower, ésta exactamente de todas las de Myanmar, una pequeña réplica del famoso Big Bang de Londres.


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