Creo que quería escribir sobre el Palace y mis padres y su boda. La semana pasada, el día 29 de abril, hubieran cumplido cincuenta años de casados. El 29 de abril de 1997, cuando cumplieron veinticinco años, fuimos a celebrarlo al Palace. Recuerdo la sensación de asistir a una ocasión solemne. Veinticinco años de matrimonio me parecia una eternidad, una gesta digna de aparecer en los libros y de ir presumiendo por la calle. Ahora cuando pienso que yo cumpliría este año veintiuno, me doy cuenta de que tiene mérito pero que es más una cuestión de dejar pasar el tiempo. A lo que iba, aquella noche fuimos al Palace los cuatro hermanos y mis padres, cenamos en el buffet de la rotonda y después nos sentamos muy educadamente en una de las zonas de sofás. Llegaron todos mis tios, los hermanos de mi madre, y celebramos la ocasión con copas, creo recordar, y los tradicionales regalos de plata y un talonario de noches de hotel. Mis padres estaban radiantes y nosotros un poco avergonzados y muy fuera de sitio. Para un adolescente o joven veinteañero La Rotonda del Palace es un sitio incómodo, un lugar en el que pareces no encajar hagas lo que hagas. ¿Por qué fuimos al Palace? Porque mis padres habían celebrado allí su boda.
Cuando siete meses después mi padre estaba muerto y yo tuve que acompañar a mi madre a gastar esas noches de hotel descubrí que lo dificil no es llegar a los veinticinco años de matrimonio sino seguir vivo cada día que te levantas. Es algo que he pensado, en algún momento, cada día de estos veinticinco años. Durante todos estos años mi madre ha llevado las dos alianzas, la suya y la de mi padre, unidas. El lunes pasado, tres días después del no aniversario, se dió cuenta de que las había perdido. Se las había dejado a mi sobrino que la interrogó sobre peticiones de matrimonio y sortijas de compromiso y en algún momento se despistó y las perdió. Revolvió toda la casa pero no las encontró. Lo dificil no es conservar algo, lo dificil es no perderlo. ¿Que quería contar con todo esto? ¿El Palace, los aniversarios de boda, los talonarios de noches de hotel, las alianzas, lo que se pierde, lo que se muere, lo que ha cambiado mi percepción de las cosas, del tiempo, de los lugares?
No lo sé. Mi mente se cierra en banda y me dice: hasta aquí, ya te avisé de que no lo dejaras para mañana. Además, se que todo esto se unía a una imagen de mi misma con unos pantalones verdes. Soy incapaz de encontrar el nexo.
The biggest lie we tell ourselves is “I dont need to write this down because I will remember it.” Esto sí lo apunté y claro, no se me ha olvidado.