De la Alhambra y otros demonios

Publicado el 17 octubre 2014 por Lya
Sigo viva, no preocuparse. 
Viva, pero de milagro. 
Bueno, vale, no. De milagro no. Pero qué mala. QUÉ MALA. 
Que sólo a mí se me ocurre pillarme una gastroenteritis cabrona capulla el día que regresaba de Granada. El mismo día, durante el viaje, para ser concretos. En el bus. Ahí, justo ahí, me puse verde y empecé con mi performance de la niña del exorcista, que es que se acerca Jalogüín y hay que ponerse a tono. 
La peor parte, claro está, se la llevó Marycheivis que iba a mi lado. Angelico. 
Total, mejor no recordarlo. El caso es que estoy mejorcito, aunque no bien del todo, y tengo muchas fotos que editar y mucho que contar y pocas ganas, sincera os soy. Así que hagamos lista, que siempre apaña un post: 
1. En la Alhambra hay gatos. Y cualquier sitio en el que haya gatos cuidados y rebonicos es bien. Ergo, la Alhambra es bien. 
2. La Alhambra huele a flores, incluso en otoño. Porque hay flores, claro. Y no hay rosas que huelan como las de la Alhambra. 
3. La Alhambra suena a agua. Es agua. Que corre, que salta, que baila, que canta y que juega. 
4. La Alhambra es mármol frío, tierra roja y verde ordenado. Un laberinto de sentidos. 
5. Es un síndrome de Stendhal constante. La Alhambra. 
6. Quiero a esos leones. Mucho. 
7. Y quiero volver, más. 
(Habrá fotos, y habrá entrada sobre Granada-Qué-Ciudad, pero dadme tiempo a ver si me entono del todo...)