De la angustia a la misericordia. Santa Teresa y la gravedad de los pecados pasados

Por Maria Jose Pérez González @BlogTeresa

Santa Teresa y la gravedad de los pecados pasados. De la angustia a la misericordia

+ Fray Oswaldo Escobar, ocd
Obispo de Chalatenango,
El Salvador, C.A.

Introducción

En muchas ocasiones, sobre todo en los retiros destinados a la conversión, he podido constatar en quienes lo dirigen mucho esfuerzo y dedicación, pero junto a ello, también un afán santo, pero a la vez no eximido de manipulación, y es la tendencia a una acentuada predicación sobre la gravedad de los pecados cometidos e infundir una culpa desmedida que lleva en muchas ocasiones a una angustia existencial en los participantes. Se les enfatiza la gravedad de las culpas, y esto conduce en algunos casos hasta dudar de la misericordia divina. Inconscientemente, el mensaje ocasiona sentimientos de angustia desesperante, es decir, es una especie de terrorismo espiritual en el cual los pecados son sobredimensionados, como efecto, las personas que lo padecen piensan que hay que pagar con culpa lo vivido para poder tener contento al Señor; es una especie de neo jansenismo.

Ahora bien, tampoco se trata de aplaudir los desvíos vividos en torno a la propia experiencia de iniquidad. Probablemente se han cometido pecados graves y en algunos casos a lo mejor hasta escandalosos. Sin embargo, para llegar a tener una adecuada comprensión de la propia historia pecaminosa, no habrá que conducir al pecador por la ruta de la aflicción o pena desmedida, pues en ese caso distorsionamos el gran misterio de la Redención. No podemos obviar la realidad del pecado en la historia de la salvación, pero, ante todo, predicamos un anuncio gozoso de que “Cristo murió por nuestros pecados” (1 Cor 15,3). Anunciamos una salvación realizada por Jesús sin otro motivo que el amor ilimitado y nunca su deseo será que paguemos a fuerzas de nuestras culpas su voluntario sacrificio. La pretensión, ante tales predicaciones debe orientarse más bien en llevar al pecador a la gratuidad salvífica: “tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único, para que quien crea en él no muera, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para que el mundo se salve por medio de él” (Jn 3,16-17).  El énfasis por tanto debe llevar a todos a gozarse de la unción de la misericordia y no en la de la culpa, solo así se podrá comprender a plenitud varios episodios bíblicos, por ejemplo: la parábola del hijo pródigo (Lc 15,11-32), la mujer adúltera (Jn 8, 1-11), etc.

Retomando el aporte de santa Teresa sobre este tema, sabemos muy bien, que el Señor la colmó de muchas experiencias espirituales y con ello supo aquilatar su discernimiento. La Santa de Ávila, siempre supo qué gracia recibía, para qué le era otorgada y cómo había que transmitirla (Cfr.V 17,5). De la misma manera, sabrá identificar las asechanzas del mal espíritu con apariencia de bien. Una de esas gravísimas tentaciones será “la gravedad exagerada de las culpas”. Pretende el mal espíritu torturar las conciencias y dejar sin esperanza alguna al pecador. Esa angustia culposa fue un plato amargo del cual Teresa muchas veces se alimentó. Debido a ello llegó hasta sentirse responsable de toda la historia de pecado de la humanidad: “Parecíame yo tan mala, que cuantos males y herejías se habían levantado me parecía eran por mis pecados” (V 30,8). Cuando esta tentación invade la vida del creyente, vivirá un verdadero infierno culposo.

Habiendo batallado durante mucho tiempo con esta tentación, llegó el feliz día en que se dio cuenta que por muchos pecados que alguien haya cometido, la toma de conciencia de sus culpas, si es un genuino movimiento espiritual, es decir, originado por el Señor, vendrá acompañado por muchos sentimientos gratificantes: paz interior, dilatación amorosa, gratuidad y un sentido fuerte de responsabilidad ante los males cometidos.

Cuando Teresa ha procesado todo esto en su propia vida, se propone dar a conocer su descubrimiento espiritual y es eso lo que a continuación intentaremos explicar guiados por su misma alma que es, a la vez, el laboratorio de todos los descubrimientos teresianos.

Nos basaremos para nuestro estudio en dos textos que considero de lectura básica para comprender lo que aquí desarrollaremos. Las citas son: en el libro de Vida, el capítulo 30, los números 9 y 10 (V 30,9-10) y Camino de Perfección capítulo 39, de los números del 1 al 3 (CV 39, 1-3).

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