De la batalla cultural a la guerra simbólica

Publicado el 09 abril 2023 por Moebius
Lo que ocurre en Argentina no es una batalla cultural entre adversarios. Así como el exterminio del 76 tuvo a la guerra fría como una de sus claves mayores, Argentina, más allá de los gobiernos de turno, forma parte esencial de "la acumulación por desposesión" que despliega la maquinaria del capitalismo actual. Los medios llamados hegemónicos, no sólo producen sino que propician a través de todos sus recursos una presión de alta intensidad sobre el aparato psíquico estresado de la población. La evidente instigación al exterminio se desarrolla en forma sostenida y tiene una relación estructural con los episodios violentos que alcanzan su clímax en el intento de magnicidio. Saben que llegarán los tiempos o al menos eso intentan, de lograr una Argentina sin tejido político e institucional que haga de límite, a lo que puede ser el resultado mortal para la Nación: la ulterior balcanizacion del territorio y el reparto de sus variadas riquezas. Los dos grandes actores de este futuro serán China y EE.UU según el lugar en el que cada uno se encuentre en su contienda hegemónica.

Por Jorge Alemán
Entre los planes de toda dominación, económico-cultural, ocupa un lugar de privilegio la usurpación simbólica incluso en los campos de la identidad y de la memoria. Nunca será fácil someter a un pueblo que tenga “fresco” en su recuerdo, el bagaje histórico de las luchas con sus derrotas y sus victorias. No es que sólo de recuerdos viva la especie humana y tampoco que los archivos mnemotécnicos, por sí solos, salven a los pueblos de las tragedias opresoras. Pero es seguro que las batallas en los campos simbólicos de la memoria son decisivos no sólo por la cantidad sino por su calidad movilizante y su oportunidad coyuntural. Es urgente re-politizar a la memoria.
(...) A la burguesía le gusta jugar con la memoria para homenajearse a sí misma, convirtiéndose en añoranza profunda que se nos inserta como “recuerdo del futuro” inexistente. Inventaron “épocas de oro” para inocularnos ensoñaciones e ilusionismos nostálgicos, para hacernos sentir que perdimos esa “tierra prometida” que nunca tuvimos. Nos hacen sentir tristeza y ansias para rescatar, compulsivamente, la época en que todo fue “prospero”, abundante y feliz… con una especie de memoria taxi que nos lleva hacia lo que nunca existió pero que está ahí, motorizado por películas, cancioneros, museos y baratijas ideológicas de moda. Si “todo tiempo pasado fue mejor” estamos fritos. Lo peor no ha “pasado”, lo “mejor” no ha existido (más que para unos cuantos) y la memoria es, en manos de la ideología dominante, mercancía del capricho hegemónico. La realidad de los seres humanos simplemente empeora: más hambrunas, más desempleo, más inflación, más pobreza… menos futuro bajo el capitalismo. ¿Alguien lo recuerda?
Fernando Buen Abad Es la lucha de clases que (también) se libra con valores, con ideas y con signos… en la cabeza y en los corazones. Es la pugna asimétrica de intereses que se confrontan históricamente por ganar el terreno de los imaginarios simbólicos donde se yerguen los principios, las ideas, los afectos… es uno de los escenarios de la batalla de las ideas (que también debemos ganar). Es una guerra añeja agudizada por la burguesía para tergiversar los valores sociales, para poner el mundo patas arriba, para hacer invisibles las cosas que realmente valen (como el trabajo) e imponernos como valiosas las mercancías y costumbres que la burguesía ha pergeñado para enriquecerse (aunque seamos nosotros quienes las producimos). Claro que es una guerra apuntalada también con misiles, cañones, metralla y golpizas, claro que es una guerra apuntalada con terrorismo financiero, chantaje inversionista y vampirismo bancario.  Fernando Buen Abad
 
Una formación política está hecha, en un sentido tradicional, para dar una batalla cultural y no para una guerra simbólica. Una formación política no es una máquina de guerra, la derecha argentina sí lo es. Está monitorizada, supervisada y teledirigida desde el exterior, y a partir de distintas conexiones reticulares que solo tienen como fin en sí mismo la reproducción ilimitada del capitalismo. Sin ni siquiera tener en cuenta el destino del planeta.
En este punto extremo solo se puede añadir que la derecha argentina posee una capacidad de daño mucho más poderosa y efectiva que las ultraderechas europeas que siempre tendrán más obstáculos para destruir el tejido institucional construido después de la segunda guerra.
La guerra simbólica es un modo específico del golpe de estado del siglo XXI, es un estado de excepción acompañado por la sociedad del espectáculo. En este aspecto, en la guerra simbólica, el insulto juega un rol central; el insulto es el límite del diálogo para luego producir su cancelación.
¿Cuáles son las posibilidades para que aún, lo que hoy por hoy denominamos democracia (de baja intensidad) pueda generar las condiciones de un sujeto político que se proponga resistir a estas nuevas formas de hibridación fascista?
Hay respuestas, pero como diría Dylan, la respuesta está "soplando en el viento".
Se sabe que siempre existirán los que saben leer lo escrito en el viento.
Jorge Alemán