De la cuna a la cama (y seguimos usando un proyector de estrellas)

Por Y, Además, Mamá @yademasmama

¿Cómo hemos podido vivir sin cama antes? Es lo que ronda mi cabeza después de ver cómo el enano sube y baja de su camita, salta sobre ella, se sienta a leer cuentos y la usa como una extensión de la encimera de su cocinita mil veces al día. Lleva unos pocos días sin cuna y ahora me pregunto cómo no se la cambiamos antes.

Hemos esperado hasta los dos años para cambiarle a su primera cama (una pequeña de 70 cm de ancho y con barrera de seguridad) por miedo a que no durmiera bien o no se adaptara. Pero el cambio, de momento, ha ido rodado. Nos sirve como sofá y butaca, hasta como cambiador (nos ha faltado tiempo para jubilarlo y usarlo únicamente como cómoda), hemos ganado espacio en su habitación y él parece feliz de ser un niño que ya usa cama de mayores. La pega, por ponerle una pega, es que por la noche nos sobresalta algún que otro pequeño cabezazo contra la pared, pero como el susodicho ni se inmuta, hacemos oídos sordos. Se ve que, aunque sin patillas, el peque luce una buena cabeza dura navarra.

El mono Chinchajo se ha convertido en un buen amigo por las noches. Será por eso que el peque se duerme contando monos, y no estrellas.

Hay quien pasa a su bebé a la cama alrededor del año, siempre con una sábana fantasma para evitar que se caiga, y quien espera hasta que la cuna se queda pequeña. En nuestro caso, nos daba pena dejar su cuna de bebé y dormía tan bien en ella que no nos arriesgábamos a cambiar su rutina, por miedo a volver a las noches sin dormir de los inicios.

Después de conseguir que se durmiera solo y sin brazos en su habitación, gracias al cuento de Pepito, ahora me enfrento a un nuevo reto: que se duerma sin que yo tenga que tumbarme junto a él en los veinte centímetros de colchón que me deja libres, mientras aguanto pacientemente a que me meta sus deditos en la nariz, me tire del pelo o me acaricie la cara cariñosamente antes de animarse a pasar a mayores y apretar el ojo hacia dentro sólo por experimentar diferentes texturas. Yo aguanto estoicamente sin gruñir para que le entre el sueño antes, pero no es de recibo soportar tantas penurias gratuitas.

El proyector de luz más amortizado

Menos mal que nos sigue salvando las noches el proyecto de estrellas que nos regalamos cuando nació, y que no puede estar más amortizado. Lo llevamos usando desde los primeros meses cada noche. De muy pequeño, le tranquilizaba, y cuando dejamos el pecho (y ya no se me dormía en la teta) volvimos a usarlo para separar el rato del cuento del de dormir. El nuestro es éste de EurekaKids, con sonidos y melodías, un temporizador para que se apague solo y una rueda para regular su luz. Funciona con varios discos con diferentes dibujos (la luna y estrellas, la jungla y el fondo del mar) y pese a lo que pueda parecer, nuestro peque no es de dormirse contando estrellas, sino señalando monos. Allá él con sus aficiones mientras funcionen.

En cuanto apago la luz y enciendo el proyector (lo usamos también como lámpara de compañía) comprende que ya es hora de cerrar los ojos y es muy efectivo. Cuando está muy nervioso, ver los animales girando sobre el techo le calma y le va adormilando. Funciona tan bien que a mí también me consigue dormir, antes incluso. Varias veces ha llegado el padre de la criatura de trabajar y me ha encontrado dormida en la butaca con el peque despierto mirando al techo. Si no se me ha caído de los brazos en esas circunstancias, es porque las madres debemos de tener un sexto sentido.

Ahora, en la mini camita (o canoa, como le llama su padre, que no se atreve ni a meterse en ella) también me duermo, pero la incomodidad es lo que tiene, que a los cinco minutos me despierto y me largo a preparar la cena. Todo ventajas lo del cambio a la cama.

¿Cuándo hicisteis el cambio de la cuna a la cama?

Me pongo tierna para hablar de ese momento en el que el peque se baja de su cama y se acerca andando a nuestra habitación, pasito a pasito y muy despacio, haciendo shhh con el dedito en la boca. Que te despierten así por la mañana no tiene precio.