De la donación y el trasplante de órganos – Crítica de “Reparar a los vivos” (2016)

Publicado el 07 agosto 2017 por Manuzapata @vivazapatanet

Tras habernos emocionado con Reparar a los vivos, dos referencias. La real, el padre que cruzó Estados Unidos en bicicleta para abrazar al receptor del corazón de su hija fallecida y sentirlo, así, latir por última vez contra su pecho. Y la cinematográfica, Pedro Almodóvar, que en varios de sus trabajos ha contado con el asesoramiento del programa de comunicación de malas noticias de la Organización Nacional de Trasplantes, en Todo sobre mi madre recogía puntualmente tanto el adiestramiento de los facultativos para manejar situaciones tan delicadas como la mecánica del procedimiento.

A pesar de ser España líder mundial en la materia, este largometraje francés, adaptación de la novela homónima de Maylis de Kerangal, ha sido el primero en abordar de principio a fin, como temática principal, de manera certera y desde todos los puntos de vista implicados, el dolor, el sufrimiento, la angustia y la esperanza que envuelven un escenario en el que la muerte de una persona ayuda a vivir a otras mediante la cesión de varios de sus órganos.

Inteligentemente estructurada, la narración comienza relatando las circunstancias del accidente que acabará con la vida del futuro donante para ir introduciendo de forma gradual a su familia, a los doctores y cirujanos, a la posible receptora y al centro de coordinación de trasplantes, haciendo una pequeña parada en forma de hermoso flashback en el que, sin apenas palabras, nos enseña quién es ese chaval y cómo enamoró a la chica que ahora sufre su pérdida.

Esa virtud, tan poco cultivada en el cine contemporáneo, consistente en el arte de narrar a través de la imagen y el sonido evitando la verborrea prescindible del diálogo superfluo preside la caligrafía con la que Katell Quillévéré ha cincelado este filme sustentado, entre otros, en los pilares de la elegante poética de la metáfora visual asentada en unos efectos digitales al servicio de un relato en el que prima la sensibilidad.

El equilibrio entre emotividad, perfectamente medida para no rozar siquiera la sensiblería, y el tono cuasi documental de las secuencias en las que se trata el trasplante desde el punto de vista médico, incluidas las tomas quirúrgicas, necesarias a todas luces pero evitando lo truculento, ofrece al público una obra que no deja de estremecer a pesar de la pulcritud y minuciosidad con la que describe los aspectos técnicos del proceso.

La película se percibe como un conjunto protagonizado por la donación y el trasplante de órganos en el que los intérpretes aparecen como meros secundarios, piezas de un engranaje en el que la partitura de Alexandre Desplat, presidida por la calidez del piano, acompaña, viste, sin destacar, dando pie a una selección musical cuya guinda la coloca, en los créditos finales, un tema de David Bowie, Five years, que apela a nuestra nostalgia recordando la aclamada versión de Tahures Zurdos. A pesar de todo, no hubiese desentonado en absoluto un colofón alternativo reflejado en el evocador inicio. Pantalla en negro. Sonido de olas de mar que, poco a poco, se desvanece.

Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos.

Copyright imágenes  ©  Les Films du Bélier, Les Films Pelléas, France 2 Cinéma, Mars Films. Cortesía de Caramel Films. Reservados todos los derechos.

Reparar a los vivos

Dirección: Katell Quillévéré

Guión: Katell Quillévéré y Gilles Taurand, basado en la novela Reparar a los vivos de Maylis de Kerangal

Intérpretes: Tahar Rahim, Emmanuelle Signer, Anne Dorval

Música: Alexandre Desplat

Fotografía: Tom Harari

Montaje: Thomas Marchand

Duración: 103 min.

Francia, Bélgica 2016

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