El otro día, estaba yo regañándole al Mediano por haberse puesto a saltar en el sofá. Se había caído y, tras el susto inicial, volvió a la carga. “¿No has aprendido que te puedes caer y que si te caes te haces daño?” le preguntaba yo. “Sí, mami” me contestaba él. “¿Y, entonces, por qué sigues saltado?” le pregunté de nuevo, está claro que los niños tienen que tropezar varias veces en la misma piedra para aprender algo… “Es que… es que… ¡te quiero mucho, mami!” me soltó el pieza. Acompañando tan bonita frase con una sonrisa de oreja a oreja, mostrando esos dientes tan sumamente blancos que tiene y haciéndome hasta una caidita de ojos. El Gato de Shrek a su lado es un simple aficionado.
Ayer le estaba cambiando el pañal al Peque. Iba yo en manga corta por casa, que eso de perseguir a mi escapista por toda la casa cansa un rato. Supongo que mientras le limpiaba el pañal, al niño le llamó la atención aquellos brazos descuidados de su madre. Quizás los vio algo endebles y quiso probar a ver si eran de gelatina o de acero para los barcos, qué sé yo. El caso es que empezó a darme con su manita. Como no me hacía daño, le dejé. Él a lo suyo y yo a lo mío. No contento con eso, pasó al siguiente nivel y me pellizcó.
Me salió del alma y le solté un enérgico “¡no! Que duele y me haces pupa”. Este otro pieza se sorprendió, pues este tono suele ir para sus hermanos. Tras la sorpresa inicial, debió pensar, no que aquello no se hacía, sino que no había que enfadar a mamá. Sea como fuere, al instante siguiente, ya con su pañal puesto y él de pie en el cambiador, se acercó a mí, me soltó un beso como pocos le he visto dar en toda su vida, lo acompañó de un abrazo (que pocas veces da) y me dijo muy bajito al oído con su lengua de trapo: “ya ta, mamá, ya ta”. Por si aquello no había colado, la guinda la puso con una sonrisa y una carcajada de esas contagiosas qué él tiene. Éste sabe latín. A zalamero tampoco le gana nadie.
Sábado por la mañana. Tengo a los tres despiertos y el Papá³ está durmiendo a sus anchas. Hago los desayunos, desayunan (unos más rápidos que otros). El Mayor se acerca a mí y me dice que ya ha llevado la taza del colacao al fregadero, le felicito por ello y entonces, en vez de irse al sofá a ver la tele, sigue de pie a mi lado y me pregunta: “¿qué tal has dormido, mamá?”. En esta ocasión, la sorprendida soy yo. Le contesto que he dormido bien. Mientras, me ayuda a recoger lo que ya hay tirado en el suelo del salón (y eso que recogí lo que pude la noche anterior antes de irme a la cama). Pienso que se está haciendo mayor, que ya es todo un hombrecito y se empieza a dar cuenta de las cosas… y entonces me pregunta: “Mamá, si no estás muy cansada, podrías, si quieres, claro, hacer churros para desayunar… ¿Quieres que yo vaya sacando los churros del congelador?”. La expresión de su cara es todo un poema: ojos abiertos, sonrisita de niño que no ha roto un plato, manos a la espalda… y para rematar, va el mico y me suelta un “porfiiiiiiiiiiiiii” seguido de un gran beso con abrazo incluido. Un truhán de mucho cuidado. Ya os lo digo yo. Vamos, que acabé sacando los churros (sí, congelados), encendiendo la freidora y haciendo una tanda para todos. Bueno, todos no, que Papá³ seguía su particular charla con Morfeo.
Así que hoy dedico esta entrada de mi Diccionario maternal a la letra G, de galantería, porque después de lo que he contado, no cabe duda de que cada uno de los tres es galante a su manera, saben usar sus armas. Y, como ya he dicho en alguna ocasión, me tienen ganada. Y lo peor es que lo saben.
CONTRAS:
-
Cuando se ponen en plan galantes, a menos que hayan hecho algo realmente grave, me es muy difícil decirles que no o seguir con la regañina o lo que sea que esté haciendo en ese momento. Lo único que me sale es comérmelos a besos.
-
Como he dicho, lo malo de esto no es que me tengan ganada (ya me tenían desde las primeras pataditas dentro de mi tripa de embarazada). No, lo peor es que ellos lo saben y no dudan en aprovecharse de ello para su propio beneficio. ¡Menudos son!
PROS:
-
Aunque sé que sus intenciones van más allá de lo que pueda aparecer a simple vista (especialmente en el caso del Mayor), la verdad es que me encanta que me camelen. Los besos, los te quiero, los abrazos, las caiditas de ojos y esas sonrisillas pícaras.
-
Me encanta verles hacer todas esas cosas. Disfruto como una niña. Son momentos divertidos en los que ellos saben que es un juego y yo juego con ellos.
“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
Síguelo en Twitter #AZdelamaternidad.
Si estás interesada en participar, tienes toda la información a tu disposición aquí.