Hoy me he encontrado a la muerte en un callejón, su guadaña aún estaba brillante y sin pudor me ha preguntado:
– ¿qué estas mirando?
-solo pensaba
-¿en qué?
-no creo que fuera su hora
– ¿crees que sabes hacer mi trabajo mejor que yo?
-no, solo era un comentario, pero no era su hora
La cara de la muerte ha aparecido a mi lado de repente, sin ruido, sin aire, sin nada, ni una simple exhalación. Solo podía oír el zumbido de mis oídos.
-quizás quieras ocupar su sitio
-en realidad sí, ¿no ves que es muy joven y seguramente tenga que cometer muchas más locuras?
La muerte ha dudado, miraba al adolescente tendido en el suelo y a mí, su cara de consternación lo decía todo, nunca había practicado un intercambio.
-¿por qué quieres marcharte de este mundo ahora?
-Quiero que me acompañes para reunirme con alguien
La curiosidad de la muerte era palpable por la agitación de su túnica y los rápidos movimientos de la guadaña.
-Esta bien, esta bien, no es el protocolo habitual ni mucho menos, pero creo que siendo la muerte puedo hacer en mi trabajo una excepción.
La muerte levantó su guadaña, pero antes de que pudiera utilizarla, un dedo acusador le dijo:
-primero el adolescente, no quieras segar dos vidas en vez de una.
La muerte indignada se acercó al frágil cuerpo tendido en el suelo y sin saber por donde empezar me miró y me acerqué, toqué la mano fría del adolescente hasta que esta comenzó a calentarse.
El pequeño abrió los ojos y me miró, sonrió y se levantó. Abrazándole por los hombros me dispuse a marcharme. Pero la muerte se interpuso en nuestro camino.
-¿Me has engañado?¿quién eres?
-Nunca engaño, te dije que necesitaba que me acompañaras a reunirme con alguien y así lo has hecho, por ello te doy las gracias. A tu segunda pregunta te diré que soy la VIDA que se abre camino más allá de la muerte, en las condiciones más extremas, en los sitios más lejanos o en los espacios más pequeños, donde quede un suspiro de vida allí acudo.