De la política eficiente

Por Harendt

“Si algo no tenemos los enfermos de ELA es tiempo que perder”. Con esta claridad inapelable, el exfutbolista Juan Carlos Unzué conminaba a los diputados y diputadas del Congreso a tramitar la ley para la atención integral de personas con esclerosis lateral amiotrófica. Lo cuenta en El País [Política sin ruido, 24/10/2024] la politóloga Pilar Mira. Fue en febrero de 2024, dice, cuando el exportero y exentrenador reprochó entonces a sus señorías su incapacidad para ponerse de acuerdo. La primera propuesta de esta norma la había presentado Ciudadanos en 2021. Tres años después no solo no se había aprobado, sino que se tramitaban de manera paralela tres proyectos de ley diferentes. Unzué les pidió voluntad y empatía. Que rescatasen la iniciativa, se pusiesen de acuerdo y la aprobasen. O lo que es lo mismo: que las ayudas llegasen cuanto antes a las personas que padecen una enfermedad neurodegenerativa como esta y a las personas que las cuidan. Porque las buenas intenciones y las palabras bonitas están muy bien, pero lo que cuentan son las acciones, dijo.

Después de meses de trabajo de los grupos parlamentarios, el PSOE, el PP, Sumar y Junts alcanzaron un acuerdo en septiembre. Las tres propuestas dieron paso a una nueva ley, consensuada por progresistas y conservadores. Por los partidos del Gobierno y el grupo que lidera la oposición. Por los nacionalistas de Puigdemont, los integrantes del Ejecutivo que depende de sus votos y los populares que sobreactúan criticando esa dependencia. La nueva versión acaba de ser aprobada en el Congreso por unanimidad.

En tiempos donde los juzgados son una extensión de la escena política, las intervenciones parlamentarias aspiran a encajar en el minuto de oro del informativo y los portavoces repiten sin parpadear la frase sonora con rima escrita por equipos de comunicación que se toman demasiado en serio el trabajo de redactar chascarrillos, no debería pasar desapercibido que una ley se apruebe por unanimidad. En especial una ley como esta. Esta votación ilumina de manera fugaz ese trabajo parlamentario que no queda tan bien en cámara, pero que es el importante: el de la hormiguita negociadora que aborda los problemas y construye. Y nos recuerda que la política real no es la efectista, sino la del BOE. Debajo de la sobreactuación y el ruido, hay espacio para resolver los problemas sociales.

Esa constatación resulta a la vez esperanzadora y amarga. Esperanzadora porque señala el camino y recuerda que es posible recorrerlo. ¿Por qué no encarar del mismo modo el problema de la vivienda? ¿Por qué no abordar la inmigración desde un pacto de Estado que rechace la deshumanización y proteja a las personas? Esa visión pragmática y constructiva debe ser la actitud ante los principales retos de nuestro presente.

Amarga porque, aunque sea posible actuar de ese modo, parece que ha de hacerse a hurtadillas. Resulta cansino que la apuesta que se subraya sea el ruido, la palabra gruesa, la enésima sobreactuación, la indignación y el efectismo sin medir la desafección que genera este comportamiento. A estas alturas deberíamos tener muy claro que mover el marco hacia el ramalazo populista calienta el terreno para quien tiene menos escrúpulos. Sobran ejemplos en la historia y en el pasado reciente. Que nuestras instituciones y nuestra democracia sean sólidas no son argumentos para erosionarlas a cambio de un beneficio partidista a corto plazo.

No dar respuesta a los retos de nuestro tiempo no es una alternativa, pues no van a desaparecer sin más. Abordar los problemas desde su complejidad exige el diseño de políticas también complejas, que combinen los niveles de actuación. Y para ello es necesario huir del ruido y tejer acuerdos. Gobernar con responsabilidad, pero también ejercer una oposición responsable. Porque lo que cuenta son las acciones, si no las cuidamos seremos coleccionistas de tiempos perdidos. Pilar Mera es politóloga y profesora en la UNED.