Dicen que las abejas desaparecen. Y es asunto que preocupa. Mucho.
Einstein dijo en una ocasión que el día que desaparecieran las abejas, a la civilización le quedaría una década de vida. En realidad, exageraba; los países del primer mundo diseñaremos cultivos transgénicos que nos librarán del hambre. Distinto es el tercer mundo: miles de millones de seres humanos dependen de las abejas para conseguir polinizar sus cosechas.Igual, empujados por el hambre y la desesperación de ver morir a sus hijos, estos desgraciados se deciden a saltar las vallas que nos separan. Y sospecho que no hay muro ni arma de fuego capaz de detener esta marea.
En fin; hablaba de las abejas. Que no vuelan.Y no saben el porqué.Humildemente, propongo una razón: hace tiempo unos sesudos ingenieros aeronáuticos estudiaron el tamaño del cuerpo de la abeja y la envergadura de sus alas, y emitieron un dictamen basado en una larga cadena de razonamientos matemáticos:
La física dicta que las abejas no pueden volar.
Por fortuna, las abejas no saben de aerodinámica y, por consiguiente, vuelan.
¿Acaso las abejas, víctimas de una rara mutación genética, han logrado avances en el campo de la mecánica de fluidos y han descubierto que, en efecto, no pueden volar?Este asunto me trae a la memoria a los padres aka.
(Coda: los principios de la física que permiten comprender el vuelo de las abejas se descubrieron hace poco; el asunto es más complejo de lo que parece)
Antonio Carrillo