Los problemas que hoy afectan a España pueden ser abordados desde otra óptica que tenga en cuenta, además de ayudar a las empresas, garantizar al trabajador sus derechos laborales y la percepción de una remuneración digna, de acuerdo a su cualificación, antigüedad y productividad laboral. Asfixiar al segundo para permitir la viabilidad de la primera es, dependiendo de la ideología del gobierno, la receta más conveniente, aunque para otros podría ser la contraria. Europa, de la mano de gobiernos neoliberales, piensa que la austeridad y los ajustes (recortes) son los mecanismos necesarios para combatir la crisis que nos asola. Estados Unidos, con un gobierno demócrata, se ha decantado por políticas anticíclicas y no ha dudado en acudir en socorro de la economía con la palanca de la Reserva Federal (Banco Central). Es cierto que ya comienza a vislumbrarse cierta recuperación en Europa, pero no alcanza aún a los ciudadanos, fuertemente castigados con el desmontaje del Estado de Bienestar. El paro es el signo más evidente y doloroso de este tipo de medidas restrictivas. En EE.UU, en cambio, la creación de empleo lleva meses escalando cotas que pronto podrían significar ese pleno empleo que designan los economistas, y la actividad económica vuelve a liderar el mercado mundial. Son ejemplos de que, frente a un mismo problema, pueden darse diversas soluciones.
No se trata de dar un pendulazo contra los pudientes para favorecer a los indefensos, sino de ser ecuánimes en la contribución que todos, ricos y pobres, han de aportar al proyecto de vida en común que se consigue en nuestra sociedad. No es penalizando la riqueza ni bendiciendo la pobreza como se solucionan los problemas, sino actuando sobre las condiciones y los mecanismos que hacen que unos tengan más posibilidades que otros para su desarrollo, realizar sus vidas y conseguir sus metas. Y para ello, la economía es un medio, no un fin, dentro de los límites que permite la propia economía para ser viable. Ni la austeridad a cualquier precio ni el dispendio irresponsable son recetas racionales, sino el ser humano como medida, como centro de cualquier objetivo, de cualquier finalidad. Un hospital podrá ser muy rentable, a costa de no servir para atender a la gente que lo necesita, pero es un hospital inútil. No se trata, pues, de conseguir sólo balances económicos saneados, de una pulcritud contable envidiable, sino de dar respuesta a las necesidades de la población, combatir las injusticias, actuar sobre lo que causa desigualdad y permitir que cada persona consiga llevar a cabo sus propósitos y ayudarlo a materializar sus esperanzas.