De lo que se bebe se cría

Por Sandra @sandraferrerv
O al menos eso es lo que dice mi bebé gigante. Comida de domingo. He dado fiesta a mi alter ego “Freulein Mutter” (algún día os hablaré de ella) y, como es fin de semana, le dejo a mi hijo beber una Fanta para comer.
Para que no beba todo ese brebaje gaseoso (a mí no me gustan nada las bebidas con gas y no creo que sean para nada buenas para los niños), hago el esfuerzo y le pido que me de un poquito de su lata.
- ¿Me das un poco de Fanta?- ¡Nooooo!- Ah, ¿y por qué no?- Porque si bebes Fanta, en vez de leche te saldrá Fanta y entonces a Pequeña Foquita le hará pupa la pancha y entonces me enfadaré porque no puede ser que Pequeña Foquita beba Fanta porque tiene que beber leche...
Continuó su elucubración durante un buen rato hasta que terminó “avisándome” de que si se enteraba de que yo bebía Fanta y Pequeña Foquita se ponía malita terminaría en el rincón.
Bueno, primera cosa, el gen “hablar hasta debajo del agua” que ha heredado de mí, lo tiene incrustadísimo en el cerebro. Segunda cosa, cuando terminó la elucubración, su papá le preguntó que cómo era que me iba a salir Fanta y no leche y cómo era la leche de mamá:
- ¡Pues de vaca!
¡Cómo! ¡¡¿¿Ahora resulta que mi hijo se piensa que soy una vaca??!! No. Como me ve beber leche de vaca (lo único que bebo además de agua) pues está convencido de esto: que de lo que se bebe se cría. Al menos me ha quedado el consuelo de que mi hijo no me ve como una vaca. Y no me voy a acercar nunca más a una Fanta, no sea que mi bebé gigante me envíe al rincón de pensar.