Es un fragmento de esas páginas que tengo escritas desde hace mucho bajo el título de Los entendidos, sobre la crítica literaria. Ahora veo que no tiene mucha relación con la crítica; pero como se trata de un diálogo con un personaje llamado Nuria al que el narrador cuenta sus impresiones sobre lo que lee, sí viene al caso que le hable sobre los modales en la manera de escribir, de un tipo de escritura en la que, se hable de lo que se hable, el policía siempre es un madero, el extranjero un guiri, el dinero es la pasta, los guardia civiles picoletos, el asunto la cosa, trabajar es currar, nada de nada nasti de plasti, la gente todo cristo, muchos tropecientos, y no respetar, por ejemplo, es pasarse por el forro de los huevos cualquier cosa o asunto. El trozo tiene casi quince años, y lo copio aquí sin tocar: «Tengo delante de mis ojos varios ejemplares de suplementos con textos de Pérez-Reverte. Tratan del uso de la lengua, del proyecto de restauración de una catedral, la de Vitoria, de la Academia Española, de los mendigos en las calles... El más antiguo es de diciembre de 2003, y hay otros de febrero y de junio y de la primera semana de agosto de 2004. Tomo al azar uno de ellos —«Hay diez justos en Sodoma»—, y en la séptima línea me encuentro con «la puta foto de prensa», y a partir de ahí a «golfos», «sinvergüenzas», «meapilas de sacristía», a la «estúpida arrogancia», en definitiva, a «anda y que nos den por saco». Yo, en realidad, no quiero referirme al contenido, sino a la manera de escribir, porque aunque un determinado asunto parece que impone un registro, en Pérez-Reverte da la sensación de que el hecho de hablar de los acontecimientos consuetudinarios que suceden en la rúa genera esa mala hostia escribiendo que permite a cualquier lector con un simple vistazo subrayar palabras y expresiones del tipo de las mencionadas o estas otras: «a mamarla a Parla», «patada en los huevos», «esos mierdas», «hijoputa», «acojonado», «el chichi de la Bernarda», «esos hijoputas»... Los ejemplos, ya digo, son los que tengo más a la mano, pero el lector puede hartarse si consulta algunas de las recopilaciones publicadas de estos artículos, Patente de corso (1993-1998), en Alfaguara, de 1998, y —obsérvese el título— Con ánimo de ofender (1998-2001), en la misma editorial, en 2001, ambas con prólogo y selección de José Luis Martín Nogales». Han pasado los años y yo, simplemente, estaba leyendo unos textos que escribí y que ahora justifican que me acuerde de lo que leí este pasado fin de semana y que reivindique al Pérez Reverte que escribió esto que aquí puede leerse: «No pasa nada, se puede».