oficialmente vamos a dejar para 2021, os voy a contar una historia de las que hace tiempo que no cuento por aquí. Una historia de las que diría Paco Gandía,
Corría el año... vete tú a saber, porque no sé si a ti te pasará lo mismo, pero he llegado a un punto en que los días y los años de la feria se me amontonan y ya no sé en qué caseta acabé cantando una noche con micrófonos, altavoces y de tó, ni en qué año se pensaron que yo era socio de la caseta y no hubo amigo que entrase en ella.
Diremos que esta historia ocurrió hace unos siete u ocho años (creo). Empieza como empieza la Feria, por el Lunes de Pescaíto. Por aquel entonces aún no habíamos empezado a hacer cosas raras con los festivos y el calendario.
La idea era sencilla, una amiga me había dicho que iba a estar con unos amigos en una casa por Triana tomando unas copas antes de ir a la feria. Esta amiga iba con su amiga, que a mí en aquel entonces me gustaba bastante, así que al igual que hubieras dicho tú, dije que sí (del tirón, vamos).
Una vez, otra, otra... y nada. Decidimos irnos a cenar algo mi colega y yo; y justo después de comernos una cola tremenda en el Burguer King, cuando estábamos pidiendo, me llama mi amiga, que no se había enterado de nada y que la casa está en tal sitio, que si traeros hielo, que si patatín que si patatán y para allá que fuimos.
Llevábamos manzanilla, hielo y refrescos, así que fuimos bastante bien recibidos en la casa, que estaba muy ambientada de un personal desbordado de sentimiento feriante.
Como no conocía a nadie, salí bastante poco de la cocina. Allí estaba la nevera y dentro de ella todo lo que hacía falta para esa noche y poco a poco me fui entonando.
La hora del alumbrado se iba acercando pero yo estaba más pendiente de acercarme a otro sitio, o mejor dicho, a otra persona, y para ello mostraba todos mis encantos, que a saber cuáles serían. Seguro que le mostraba mis dotes de beber manzanilla, (otra cosa no se me ocurre), creyendo que de esa forma me iría acercando cada vez más a ella.
Mientras tanto, dos amigos llamaban constantemente, preguntando que dónde estábamos que habíais quedado a tal hora que siempre igual, y más cosas que me dijeron sobre que siempre me relío. La hora del alumbrado pasó; lo vi de pasada allí en la casa y recuerdo que pensé "esta gente se va a mosquear" por mis dos colegas que estaban esperando en la feria.
El colega que había venido conmigo a la casa viendo el panorama que yo llevaba encima y la hora que era ya, decidió irse a la feria con un grupo de seis o siete que también se iba de la casa hacia la feria llevándose una jarrita de rebujito para el camino.
Llegados a este punto en el que todo el mundo estaba "agustito", yo intentando meter cuello sin éxito y la gente abandonando la casa poco a poco en dirección a la feria, uno de los chavales que andaba por allí, sale de la cocina mosqueado preguntando por la última jarra de rebujito. Le comenté que mi colega se había ido con un grupo hacia la feria y llevaban una. Se lo dije en plan "quillo, la última se la han llevado esta gente, no te ralles, ahora vamos a la feria y te hartas". Pues le entró un siroco y salió pitando de la casa en busca de aquel grupo.
Todo el mundo dentro de la casa desconcertado, pensando verás tú que se lía, especialmente su novia y su amigo, que medía casi como yo de alto (cerca de 1'90) pero estaba muy bien alimentado, por lo que era un bigardo considerable que podía haber participado en el Pressing Catch si hubiera querido sin problemas.
A los pocos minutos aparece el chaval a la ventana de la casa, medio llorando con la camisa partida diciendo que se la habían roto y no sé qué más porque no lo recuerdo. La novia intenta tranquilizarlo diciéndole que vuelva a entrar en la casa y el tío va y se va otra vez en busca del grupo ese. En ese momento sale detrás de él su novia, el amigo bigardo y yo que estaba viendo como al final le partían la cara a mi amigo y no era algo que entrara en mis planes de esa noche.
Yo iba corriendo por las calles de Los Remedios detrás del bigardo "a rueda", intentado pisar por donde él pisaba porque yo no estaba para correr a esas horas y en ese estado...
Como yo ya iba con la inercia, no se me ocurre otra cosa que decirle (todo esto sin dejar de correr) "espérate ahí que ahora vengo". Iba a intentar que el bigardo no mandara a García Morato a más de uno, y mira que lo intentó, porque nada más llegar a la altura del parque que está en la Calle Virgen de África, el bigardo pulsó todos los botones del mando saltando y pegando puñetazo y patada a la vez buscando un COMBOx4 para eliminar al oponente estampándolo contra un coche y buscando un siguiente rival. El que estaba en el coche parecía que quería ir a buscarlo de nuevo pero lo enganché del cuello de la camisa y le dije "he venido a separar, tate quieto ahí".
Por otro lado, el que había originado todo, estaba ya sin camisa, desatado buscando a los responsables de que lo hubieran dejado sin la última jarra de rebujito en la casa, que hábilmente usaban los coches para que el loco éste no los alcanzara. La novia del muchacho sin camisa también se había metido en medio, quitándose los tacones y golpeando en la cara con uno de ellos a la novia del que parecía el lider de la revuelta rebujitera.
El bigardo seguía a lo suyo, tío que cogía, tío que intentaba estampar y que yo intentaba separar, y cuando lo conseguía se iba a buscar a otro. Así estuvimos unos minutos hasta que de repente aparecieron cuatro Picassos de los Nacionales. Se acabó el MMA, el que quisiera ver más, que pusiera el PPV.
El que lo había empezado todo estaba sentado en el suelo sin camisa, llorando (vete tú a saber por qué) con la novia al lado descalza y la chica a la que había pegado con el tacón, con la cara hinchada, que se la tuvo que llevar el novio en un taxi al médico.
A esas alturas, el puntito ya se me había pasado y viendo como en aquella escena nadie me reclamaba, le dije a mi amigo, "quillo, vámonos" y a la feria que nos fuimos, con la consiguiente bronca de los otros dos colegas que allí nos esperaban desde hacía más de dos horas.
Al final no me comí ná, pero sí me lo bebí; porque al ratito de estar en la feria ya retomé el puntito donde lo había dejado antes de salir a correr por las calles de Triana-Los Remedios.
Y esta es la historia de la que es de momento, y espero que siga siendo así, la única pelea en la que me he visto envuelto.
Hasta pronto.