A renglón seguido de hablar Mas para explicar que después de ciento cincuenta minutos de diálogo de sordos las cosas seguían exactamente igual que antes, hablaron una tras otra las fuerzas políticas catalanas. Tampoco aquí se esperaba cambio alguno de posición sino más bien lo contrario: cada uno repitió como si de una grabación rayada se tratara sus respectivos argumentos a favor y en contra de que los catalanes voten a favor o en contra de la independencia el próximo 9 de noviembre. ¿Qué ha cambiado pues desde esta mañana en este cansino asunto del soberanismo catalán que acapara esfuerzos, tiempo y energías en un país con prioridades mucho más perentorias? Tentado estoy de decir que absolutamente nada, que el diálogo de sordos sigue siendo la norma y que a este paso tenemos servido un espectacular choque de trenes a la vuelta del verano.
Mientras Rajoy no salga de sus casillas y Mas de las suyas, mientras no se encuentre la manera de evitar el descarrilamiento sea por esa reforma de la Constitución que el PSOE propone pero que no define con claridad, sea por otra vía, que sigan hablando Rajoy y el presidente catalán sólo nos conducirá a la melancolía y al encontronazo inevitable. Algo sí ha cambiado, no obstante: la fortaleza y la autoridad moral que pudiera tener el nacionalismo de Artur Mas para reclamar la independencia se ha esfumado en buena parte entre los millones de euros ocultos por el ex muy honorable Pujol en paraísos fiscales durante más de tres décadas.
Poner al factótum del nacionalismo catalán en la calle, dejarlo sin oficina, sin pensión, sin secretarias, sin coche oficial y hasta sin tratamiento de “muy honorable”, difícilmente servirá para apagar el incendio que su desvergonzado comportamiento fiscal ha provocado. Por más que intente Mas alejarse de las llamas y por más “compasión y dolor” que sienta por su “padre político”, el escándalo del dinero de Pujol no declarado a Hacienda no es ni de lejos un asunto privado y familiar. Con ese argumento no va Mas a ninguna parte ni convence a nadie y lo peor es que, todo lo que es en política el actual presidente catalán se lo debe, por mucho que ahora le pese reconocerlo, al que probablemente sea uno de los mayores delincuentes fiscales habidos en la historia reciente de España y de Cataluña.
¿Cómo cree Mas que puede desligarse de esa herencia indeleble ? Puede hacer todas las frases retóricas que quiera, puede decir que su fuerza no proviene de Pujol sino de los catalanes pero nada de esto le servirá para librarse de la mancha que hoy contamina su proyecto soberanista. Hoy, con la alargada sombra de un corrupto confeso como Pujol oscureciendo el panorama político catalán, por no hablar de los vástagos pujolistas y sus trapisondas con el dinero público, Mas empieza a oler a producto político caducado y averiado, el mismo olor que desprende desde hace unos días su mentor y guía.