Vivimos en una sociedad aferrada al morbo, a las acusaciones gratuitas, a las sentencias emitidas fuera de los Tribunales. Tenemos una desorbitada obsesión por convertir lo puramente anecdótico en noticia de primer orden. Yébenes y el vídeo erótico de la concejal socialista de este pueblo toledano son la última prueba de ello. Olvido Hormigos ha sido capaz de quitar el protagonismo a la mismísima Angela Merkel y convertir su propia masturbación en un asunto de debate público.A pesar de los defensores a ultranza de Olvido y del hecho innegable de que esta difusión masiva de una grabación erótica desafortunada es un delito tipificado en el Código Penal como atentatorio de la intimidad (se establecen penas de hasta cinco años para los autores), no hay que olvidar que esta mujer ha sido víctima de su propia imprudencia y que no era desconocedora de los riesgos que hoy día entraña el poder de la tecnología. Su decisión de grabarse y de enviar a un tercero su vídeo fue absolutamente voluntaria. Se ha puesto en evidencia y ha destrozado su reputación. Y no, por supuesto que resulta lamentable que el pleno más multitudinario de un pueblo guarde relación con un escándalo protagonizado por uno de sus miembros y más bochornosa me parece aún la desfachatez de unos vecinos que insultan e increpan a una persona acorralada. La masturbación no debe demonizarse. Sexo con política, qué mala combinación. Pero voy al grano. Un cargo público no tiene por qué dimitir por haberse masturbado ante una cámara y haber sido blanco de delito. Pero de los políticos se espera discreción y cautela. Muchos opinan que en este caso se ha realizado una manipulación política de un asunto estrictamente personal. Porque su supuesto adulterio es una cuestión privada pero el hecho de que Olvido Hormigos quisiera inculpar de la difusión del vídeo al alcalde del partido de enfrente, no. Independientemente de que haya sido o no “víctima de la derecha”, lo que en principio parece ser una venganza privada (se ha visto envuelto en la trama un futbolista del Yébenes, receptor del vídeo y primer imputado) se ha transformado en vendetta política. Por ello, la cuestión de fondo no es la masturbación femenina sino la actitud de esta señora, casada, madre de dos hijos, maestra y cargo público cuyos argumentos iniciales han sido desmontados por la propia Guardia Civil (ella aseguró que el vídeo era para su marido pero según fuentes del caso el destinatario fue otro, el portero del equipo de fútbol de su pueblo). Hemos asistido a un debate equivocado del cual se han alimentado recíprocamente los medios de comunicación y el ámbito político. Los que la defienden utilizan como máximo argumento la hipocresía de los que se escandalizan por el contenido de la grabación (“yo también me masturbo” era una de las frases con las que se apoyaba a Olvido). Los detractores consideran que una persona que es incapaz de preservar su vida íntima no es fiable para manejar los asuntos públicos. Y así funcionamos. Tiramos del hilo más insignificante en un país que engaña, que embauca, que defrauda, que se recrea en un vídeo masturbatorio. No quiero las explicaciones de Olvido Hormigos. No me interesan aunque tampoco creo que las merezca. Los peores políticos están por ahí como si nada, conviviendo con los enchufismos y el tráfico de influencias, abrazados al cohecho y a los delitos fiscales. Eso no se discute (como ejemplo de rabiosa actualidad tenemos la operación Pokemon y sus hasta ahora trece detenidos, un caso que mezcla contratos públicos con alzamiento de bienes y blanqueo de capitales). Pero a mi parecer el comportamiento de la popular concejal comportamiento ha sido erróneo y poco ejemplar. A una figura pública hay que criticarla por su gestión política, por sus actuaciones en el marco de su actividad profesional. Pero cuando ejerces un puesto de responsabilidad oficial debes cuidarte las espaldas y salvaguardar tus intereses y actuaciones privadas, sobre todo si son de índole sexual. Ha resultado ser una forma lamentable de conocer a quiénes nos representan y a quiénes en definitiva pagamos el sueldo. Ahora, a pasar página. Que el revuelo causado por la divulgación de la masturbación de una concejal socialista y su posterior debate público no ha sido más que un entretenimiento más en la oscuridad que nos cierne, una anécdota quijotesca en un país agrietado y en crisis creciente.