De mi infancia a American Horror Story

Publicado el 05 enero 2012 por Watanabe

De pequeño no podía ver películas ni series de miedo. Me aterrorizaban. Recuerdo ver Poltergeist con nueve o diez años, y desde esa misma noche, y durante muchos años más, no volví a dormir con las puertas de mi armario cerradas, ni con muñecos de mirada desafiante cerca de mí cama, y desde luego nunca pensé más en mudarme a urbanizaciones nuevas sin antes comprobar los planos de edificación de los antiguos propietarios. Así de asustadizo era yo en mi niñez. Pero ahí no acaba todo. Con catorce o quince años, mis colegas de instituto estaban fascinados con esa obra maestra del terror llamada Al Final de la Escalera, y yo me tenía que callar en todas esas conversaciones porque me daba vergüenza admitir que no había sido capaz de ver más allá de cinco o diez minutos de metraje. Para que os hagáis una idea de mi grado de fobia hacia el género de terror, hasta casi con veinte años no fui capaz de ver El Exorcista sin sentir la imperiosa necesidad de salir corriendo por la puerta del cine con la primera imagen de la película. Así estaban las cosas por entonces. Pero un día, y sin apenas darme cuenta, todo cambió radicalmente…

"Una familia desestructurada,
 una casa encantada, y Ryan Murphy"

No sé si fue exactamente la magia de los libros de Stephen King, la nueva y emergente ola japonesa de terror, con The Ring a la cabeza, o las pelotas que me aparecieron de repente de “vete tú a saber dónde” que, de golpe y porrazo, me descubrí a mí mismo devorando todos los clásicos del género habidos y por haber. Sin saber muy bien porqué, me encontré disfrutando como un enano con esa deliciosa y desconcertante sensación que te suele recorrer por la espalda hasta la nuca, cuando estas a punto de recibir una buena descarga de terrorífico y auténtico miedo de calidad, de ese que te pone los pelos como escarpias.

¿Y todo esto para qué? Pues todo esto para decir que me ha gustado American Horror Story. Y me ha gustado principalmente porque, a veces (no muchas, pero las suficientes), me ha hecho sentir de nuevo como ese niño asustadizo que un día fui. Que ya es bastante. Pero también me ha gustado porque en algunos personajes he creído ver la influencia de la mano del maestro King. Y eso ya es decir mucho. Y porque aunque se le vaya la pinza con las tramas y los giros imposibles (a veces hasta decir basta), siempre hay dos o tres detalles por episodio que nos hacen volver al corazón de la serie sin apenas haber sufrido desconexión alguna con la historia que nos están contando. Porque es excesiva, pero siempre sorprendente. Porque sin duda es anárquica, pero ante todo coherente (a su manera).

"Y yo me quejo de mis antiguos inquilinos,
 de mis vecinos, y de la que me viene a limpiar"

Pero también porque es un puzle al que, evidentemente, le faltan piezas, pero al que desde luego lo que no le falta es ni un ápice de descaro televisivo ni osadía seriéfila. Y porque salen de vez en cuando gemelos malignos pelirrojos (de esos que dan mal rollito), vecinas desquiciadas entrometidas (y majestuosamente maquiavélicas), con mil y un secretos de lo más perturbadores, y sótanos oscuros donde cualquier cosa puede pasar (y vaya si pasa). Y porque además de esto (lo de casi siempre en estos casos), también hay tipos vestidos de látex que lo mismo te asesinan que te echan una mano (o un polvo si se da el caso), chachas capaces de dejarte la casa como los chorros del oro (y las bajas partes también, si te descuidas), y especialmente porque me lo he pasado pipa en esa casa con más fantasmas por metro cuadrado que en el Parlamento, donde la palabra poltergeist, sin duda, se queda demasiado corta para describir tal cantidad de desmadre fantasmal. Y porque a pesar de tener algunos finales de episodio, no ya excesivos, sino directamente efectistas y tramposos, tiene por contra unos arranques de capítulo maravillosamente desasosegantes, capaces de cortarle la respiración al mismísimo Bela Lugosi. ¡Que coño!, y porque al fin y al cabo lo que le pedimos al género terror es que siempre sea él mismo pero distinto, y American Horror Story cumple con creces ese requisito y más.