Si hay algo que ha cambiado desde que soy madre soy yo misma. Por eso la entrada de mi Diccionario de la Maternidad de hoy está dedicada a la Y.
Los cambios físicos saltan a la vista por sí solos a lo largo de los nueve meses de embarazo. Al principio sólo los notaba yo: que si un malestar en el estómago, que si nauseas, que si algún que otro vómito, que ahora se me duerme la mano y me duele, un pinchazo en la espalda, no soportar el olor a aceite caliente (puaj)… Cosas que, como bien decía mi ginecóloga, se pasan cuando se da a luz. Con el paso de las semanas, esos cambios también los notaban la gente: que si se te está poniendo la cara más rechoncha, que si vaya barriguita que tienes (por no decirme barrigota), que vaya canalillo te ha salido… Lo normal, vaya.
Pero también se sufren cambios emocionales, esos de los que siempre tienen la culpa las hormonas. Yo insisto en que, mientras estaba embarazada, tampoco fue para tanto. Algunas ganas de llorar de vez en cuando, algún ataque de risa más veces de las que quisiera, algo que me sentara especialmente mal… Yo creo que no fue gran cosa. Pero el Tripadre aquí discrepa. Y mucho. Dice que tenía que andarse con pies de plomo. Sigo pensando que exagera, pero obviamente mi punto de vista es de todo menos objetivo.
A parte de estos cambios, he de reconocer que la maternidad ha ocasionado en mí misma cambios que antes ni vislumbraba. Algunos son a mejor (pros) y otros no (contras). Os cuento algunos a ver si a vosotras también os ha pasado…
CONTRAS:
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Más miedosa. Los miedos y la maternidad van unidos. Yo creo que empezamos a tener miedos cuando decidimos ponernos manos a la obra e ir a por el embarazo. A nosotros nos costó quedarnos embarazados del Mayor. Yo creo que fue a que dejé de tomar la píldora junto a un complemento de yo do que me mandó mi primer ginecólogo. No lo digo por decir, sino que cambié de profesional y mi ginecóloga (que me ha atendido en mis tres embarazos y partos) así me lo dijo. El caso es que ya antes de estar embarazada tenía miedos sobre mi bebé: que si podríamos concebir con normalidad, que si (una vez embarazada) todo saldría bien, que si seríamos capaces de cuidar a un recién nacido… y así seguimos hasta hoy. Porque lejos de que los miedos se vayan yendo con la experiencia, lo cierto es que algunos dejan paso a otros nuevos y esto es el cuento de nunca acabar.
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Más insegura. Muy acorde con lo anterior. El miedo a poder equivocarme en el cuidado y educación de mis hijos hace que dude de absolutamente todo. Por ejemplo, ante un mal comportamiento por parte de mi hijo, ¿qué es mejor, hablar con él, castigarle, dejarle a ver si él solo se da cuenta de que lo está haciendo mal…? Normalmente unas acciones se solapan con otras y, a la siguiente, vuelvo a dudar de qué sería mejor hacer. Otro ejemplo: en el patio del colegio un niño va y pega a mi hijo, yo le tengo dicho que pegar está mal, pero ¿hay que hacer distinción entre pegar y defenderse o es todo lo mismo?
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Más sensible o empática. Ya lo he dicho alguna vez. Todo lo malo relacionado con los niños me afecta sobre manera desde que soy madre. Antes me afectaba, cierto, pero es que ahora lo sufro en mis adentros. Llego a tal punto que no me hace falta leer o escuchar la noticia entera, muchas veces sólo con el titular ya empiezo a sufrir y hasta llorar.
PROS:
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Más respetuosa. Me he dado cuenta de que mis propios hijos no son iguales. Ya lo he dicho muchas veces, lo que funciona con uno no sirve para el otro. Así que lo que sirve con los míos puede no ser útil con los míos y viceversa. Así que ya no me meto en opinar sobre la manera de criar que tienen otros padres con sus hijos. Doy por sentado que cada padre y madre hacen lo mejor para sus propios hijos.
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Más atrevida y menos tímida. Dice mi madre que de pequeña yo era muy extrovertida, pero fue llegar a la pre-adolescencia y me entraron todas las vergüenzas del mundo. Yo creo que tuvo algo que ver con que me desarrollara bastante pronto (tuve mi primera regla a los 11 años). El caso es que por eso siempre me he considerado bastante tímida. Me daba vergüenza hasta levantar la mano en clase para preguntar. Para ser justa, he de reconocer que al cumplir la veintena me propuse echarle más cara a la vida y algo mejoré. Pero de fondo seguía siendo tímida. Y, aunque hoy día sigo siéndolo, cuando se trata de mis hijos se me van todas las vergüenzas. No me corto a la hora de preguntar algo que les afecta a ellos directamente ni de ir dando un paseo y cantando por la calle con ellos. Quién me ha visto y quién me ve…
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Más fuerte. Al menos yo me siento así. Y no lo digo sólo por los dolores del parto y el post parto. Me he dado cuenta de que puedo hacer frente a cosas que antes ni me imaginaba. Os pongo como ejemplo las privaciones del Mediano. Yo creo que hasta me pongo enferma menos veces que antes. Y es todo por y gracias a mis Trastos.
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Más niña. Porque, para poder jugar con los niños tengo que ser también un poco niña. Y esto me encanta. Cierto que creo que podría jugar mejor a las casitas que al fútbol, pero cuando hacemos manualidades creo que soy capaz de ponerme a su altura, con un hule en la mesa, eso sí, que luego aparece la madre que hay en mí, ésa a la que le toca limpiar todo el desaguisado y a la que no le gusta nada tener que andar frotando.
Estos son, a grandes rasgos, los cambios que creo que ha sufrido mi yo desde que nacieron mis Trastos. Algunos creo que me benefician y otros creo que me perjudican, pero creo todos me ayudan a ser la mejor madre que podría ser para mis hijos. Y en eso, ellos son los ganadores absolutos.
“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
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