El terror cinematográfico fue primero algo externo, un monstruo que venía de fuera, como Drácula, la criatura de Frankenstein, o la momia. Pero con la figura del psicópata todo cambió: el terror podía ser también un tipo de aspecto corriente capaz de atacarnos en nuestro propio barrio, en nuestras casas, cuando somos más vulnerables. Incluso en la ducha. La idea más inquietante de Psicosis (1960) es que Alfred Hitchcock mata a la protagonista a los cuarenta y tantos minutos de metraje y nos obliga a identificarnos con un tipo raro, Norman Bates (Anthony Perkins), quien, como sabéis, acaba siendo el asesino de la película. El espectador descubría que había estado apoyando emocionalmente a un psicópata, preocupándose por él, deseando que fuera capaz de ocultar las pruebas que incriminaban a su madre. La idea de adoptar el punto de vista de un asesino, sin embargo, ya estaba en otra magnífica película de terror de ese mismo año, El fotógrafo del pánico (1960) en la que la que el espectador puede ver lo que capta la cámara de cine del homicida. Casi dós décadas más tarde, John Carpenter abría la película que inaugura el slasher desde un punto de vista subjetivo, el de Michael Myers, quien nos es presentado siendo un niño y cuando comete su primer asesinato en La noche de Halloween (1978). La gran imitadora de esa película es sin duda Viernes 13 (1980) que comienza, de hecho, fijándose en el argumento de Psicosis, pero invirtiendo a los personajes: no es Jason Voorhees el verdadero asesino, sino su madre (Betsy Palmer). Hay que decir que esos primeros asesinos psicópatas acabaron convertidos en monstruos como Drácula o el Hombre Lobo, seres sobrenaturales que volvían a la vida una y otra vez en infinitas secuelas. El slasher como subgénero del terror fue explotado hasta perecer de forma natural. Hoy, sigue vivo, aunque solo aparece de vez en cuando en las carteleras. El caso que nos ocupa, De naturaleza violenta (2024), del canadiense Chris Nash, es tremendamente interesante porque propone una perspectiva diferente sobre este tipo de películas. Básicamente, la cinta adopta mayoritariamente el punto de vista del monstruo asesino, inspirado claramente en Jason Voorhees, un zombie que regresa a la vida para volver a matar. Así, en lugar de seguir lo que hacen y dicen los típicos personajes adolescentes que se convertiránm en víctimas de muertes horribles, lo vemos todo desde la nuca del monstruo, desde fuera. Esto es interesante porque convierte un slasher en cine de autor, en una cinta con la progresión del llamado slow cinema, en la que predominan los tiempos muertos, cuya planificación crea una distancia en el espectador con respecto a la acción. Vemos a los personajes al fondo del encuadre, escuchamos sus -estúpidas- conversaciones adolescentes en off, o seguimos al monstruo caminando por el bosque, sin rumbo conocido, como si fuéramos testigos de un videojuego de exploración en el que no podemos participar. Lo más divertido de De naturaleza violenta es reconocer esa típica película de terror que se está desarrollando de fondo, que identificarán perfectamente los fans de este tipo de cintas. Este experimento podría dejar fuera a los que vayan buscando un slasher al uso, pero para ellos hay una serie de muertes crueles, violentas, imaginativas y gore. Mencionemos además, el homenaje de incluir en el reparto a Lauren-Marie Taylor, actriz que aparecía en Viernes 13: Parte 2 (1981) y que aquí hace un papel estupendo. El experimento de Nash, entre la reflexión genérica y el homenaje, funciona y cobra sentido sobre todo en su tramo final, precisamente cuando la cámara abandona el punto de vista del asesino para centrarse en la Final Girl. Si bien creo que hasta ese momento no hemos sido cómplices del monstruo, no nos hemos identificado con él, la desazón que provoca la película cuando se adopta un punto de vista más convencional -el de una víctima- es similar al efecto de perder de vista a Marion Crane para pasar a acompañar a Norman Bates.
De naturaleza violenta -una cuestión de perspectiva
Publicado el 29 julio 2024 por Jorge Bertran Garcia @JorgeABertranEl terror cinematográfico fue primero algo externo, un monstruo que venía de fuera, como Drácula, la criatura de Frankenstein, o la momia. Pero con la figura del psicópata todo cambió: el terror podía ser también un tipo de aspecto corriente capaz de atacarnos en nuestro propio barrio, en nuestras casas, cuando somos más vulnerables. Incluso en la ducha. La idea más inquietante de Psicosis (1960) es que Alfred Hitchcock mata a la protagonista a los cuarenta y tantos minutos de metraje y nos obliga a identificarnos con un tipo raro, Norman Bates (Anthony Perkins), quien, como sabéis, acaba siendo el asesino de la película. El espectador descubría que había estado apoyando emocionalmente a un psicópata, preocupándose por él, deseando que fuera capaz de ocultar las pruebas que incriminaban a su madre. La idea de adoptar el punto de vista de un asesino, sin embargo, ya estaba en otra magnífica película de terror de ese mismo año, El fotógrafo del pánico (1960) en la que la que el espectador puede ver lo que capta la cámara de cine del homicida. Casi dós décadas más tarde, John Carpenter abría la película que inaugura el slasher desde un punto de vista subjetivo, el de Michael Myers, quien nos es presentado siendo un niño y cuando comete su primer asesinato en La noche de Halloween (1978). La gran imitadora de esa película es sin duda Viernes 13 (1980) que comienza, de hecho, fijándose en el argumento de Psicosis, pero invirtiendo a los personajes: no es Jason Voorhees el verdadero asesino, sino su madre (Betsy Palmer). Hay que decir que esos primeros asesinos psicópatas acabaron convertidos en monstruos como Drácula o el Hombre Lobo, seres sobrenaturales que volvían a la vida una y otra vez en infinitas secuelas. El slasher como subgénero del terror fue explotado hasta perecer de forma natural. Hoy, sigue vivo, aunque solo aparece de vez en cuando en las carteleras. El caso que nos ocupa, De naturaleza violenta (2024), del canadiense Chris Nash, es tremendamente interesante porque propone una perspectiva diferente sobre este tipo de películas. Básicamente, la cinta adopta mayoritariamente el punto de vista del monstruo asesino, inspirado claramente en Jason Voorhees, un zombie que regresa a la vida para volver a matar. Así, en lugar de seguir lo que hacen y dicen los típicos personajes adolescentes que se convertiránm en víctimas de muertes horribles, lo vemos todo desde la nuca del monstruo, desde fuera. Esto es interesante porque convierte un slasher en cine de autor, en una cinta con la progresión del llamado slow cinema, en la que predominan los tiempos muertos, cuya planificación crea una distancia en el espectador con respecto a la acción. Vemos a los personajes al fondo del encuadre, escuchamos sus -estúpidas- conversaciones adolescentes en off, o seguimos al monstruo caminando por el bosque, sin rumbo conocido, como si fuéramos testigos de un videojuego de exploración en el que no podemos participar. Lo más divertido de De naturaleza violenta es reconocer esa típica película de terror que se está desarrollando de fondo, que identificarán perfectamente los fans de este tipo de cintas. Este experimento podría dejar fuera a los que vayan buscando un slasher al uso, pero para ellos hay una serie de muertes crueles, violentas, imaginativas y gore. Mencionemos además, el homenaje de incluir en el reparto a Lauren-Marie Taylor, actriz que aparecía en Viernes 13: Parte 2 (1981) y que aquí hace un papel estupendo. El experimento de Nash, entre la reflexión genérica y el homenaje, funciona y cobra sentido sobre todo en su tramo final, precisamente cuando la cámara abandona el punto de vista del asesino para centrarse en la Final Girl. Si bien creo que hasta ese momento no hemos sido cómplices del monstruo, no nos hemos identificado con él, la desazón que provoca la película cuando se adopta un punto de vista más convencional -el de una víctima- es similar al efecto de perder de vista a Marion Crane para pasar a acompañar a Norman Bates.