Tras mi visita a la Isla de la Libertad, han sido muchas las ocasiones en que me he ido encontrando más o menos accidentalmente con información relacionada con la estatua o con réplicas de la misma, lo que ha avivado mi curiosidad y mis ganas por ir siguiéndoles la pista mientras viajo.
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En la misma Nueva York, en el vestíbulo de otro icono neoyorquino como es el Empire State Building, pude compartir foto con la primera réplica que vi en mi vida. Todo un acontecimiento para mí.
Va a ser difícil llegar a conocerlas todas, más que nada porque hay muchísimas desperdigadas por todo el mundo, empezando por la archiconocida de Las Vegas (a la que todavía no he tenido el placer de presentarme) y terminando por la casi secreta barcelonesa, que supuso para mí un gran hallazgo.
Parece ser que Bartholdi, realizó modelos a distintas escalas, uno de los cuales se encuentra en los Jardines de Luxemburgo de París. En realidad, se trata del primer modelo de la estatua realizado en 1870 a una escala mucho más pequeña (mide 2,85 metros de altura). El escultor se la ofreció al Museo de Luxemburgo (Musée du Luxembourg) con motivo de la Exposición Universal de 1900 y se colocó en el jardín en 1906; sin embargo, se retiró de él en 2012 por cuestiones de conservación siendo reemplazada por una réplica.
Solo en París ya he podido ver unas cuantas Miss Liberty. Además de la anterior, encontramos otra sobre el río Sena, en la Isla de los Cisnes (Île aux Cygnes), entre los distritos XV y XVI, en las inmediaciones del puente de Grenelle (metro: Grenelle), una de las tres islas parisinas (junto con la de la Cité y la de Saint-Louis), muy cerca del antiguo taller de Bartholdi.
Fue donada por la comunidad parisina que reside en los Estados Unidos al municipio de París, en conmemoración del centenario de la Revolución Francesa. Es por ello que además de la fecha de la Declaración de Independencia, en la tabla que porta la Miss Liberty de Grenelle figura el 14 de julio de 1789, fecha de la Toma de la Bastilla, lo que supuso el inicio de la Revolución.
Durante la Exposición Universal de París de 1937, la estatua -que inicialmente estaba orientada hacia el este- fue encarada hacia el oeste, para así quedar mirando frente a frente a su hermana norteamericana.
Otra copia, más modesta, se encuentra en el Museo de Artes y Oficios (Musée des Arts et Métiers), en el número 60 de la rue Réaumur (metro: Réaumur). Debo decir que esta la vi por pura casualidad, mientras andaba por las inmediaciones del Centro Pompidou, y fue fantástico. No tenía ni idea de su existencia. Por lo visto, en el interior del museo se pueden ver las distintas fases de la construcción de la estatua, algo que tengo pendiente de ver en una próxima visita a París porque en esa ocasión estaba cerrado.
Además, desde 1989, puede verse una réplica exacta (aproximadamente 3,5 metros de altura) de la llama de la antorcha en la Place de l’Alma, al oeste de la ciudad y sobre el puente homónimo (Pont de l’Alma), mundialmente conocido desde el trágico accidente que, en agosto de 1997, causó la muerte de Diana Spencer (distrito VIII; metro: Alma-Marceau).
La llama se ha convertido en lugar de peregrinación para todos los admiradores de Lady Di hasta el punto que mucha gente cree que fue colocada en ese preciso lugar para honrar la memoria de “la princesa del pueblo”, a lo que supongo contribuyó mucho la canción “Candle In The Wind”, es decir “vela en el viento”, de Elton John.
Sin embargo, se trata de un obsequio del periódico norteamericano International Herald Tribune que, con la ayuda de donantes de todo el mundo, ofreció a la ciudad como símbolo de la amistad francoamericana, en agradecimiento por la restauración de la Estatua de la Libertad llevada a cabo tres años antes, y para celebrar los cien años que el rotativo llevaba publicando en lengua inglesa en la capital gala (1887-1987).
Una nueva llama fue inaugurada en los jardines de la Embajada Americana en Francia, situada en la Place de la Concorde, en 2008, obra del escultor Jean Cardot.
Paseando por las inmediaciones del Sena, tras un breve descanso en un parque para disfrutar del caprichoso sol de primavera, bajé hasta la riba del río para curiosear un poco entre las casas barco que allí hay atracadas. Verdaderamente forman una estampa pintoresca y llena de calidez, con sus jardincitos y terrazas, su ropa tendida al sol y sus macetas bien cuidadas.
En la avenida Nueva York (¡cómo no!), “Nina” dedica un sentido homenaje a nuestra dama. Yo sentí que me lo dedicaba a mí.
Todavía en Francia, aunque esta vez en la ciudad alsaciana de Colmar, lugar de nacimiento del escultor Bartholdi, podemos contemplar desde 2004 una Miss Liberty de 12 metros de altura y 3 toneladas de peso en la entrada norte de la población, erigida en conmemoración del centenario del fallecimiento del artista.
Con 50 centímetros más de altura que su hermana mayor parisina situada en la Isla de los Cisnes, se convierte no sólo en la réplica auténtica más grande de Francia sino en la mayor del mundo.
Cambiando de país y a cien kilómetros de casa, en el céntrico passeig de Sant Joan de Barcelona he visto la última de las muchas que figuran en mi lista. Fue hace poco, durante una visita a la Biblioteca Pública Arús, la más antigua de la ciudad (1895), una pequeña joya modernista legada por el famoso filántropo y masón Rossend Arús y especializada en movimientos sociales contemporáneos, producción bibliográfica del siglo XIX e inicios del XX así como, claro, masonería en el corazón del Eixample dret (Ensanche Derecho) de la Ciudad Condal.
La elegante escalinata de mármol de la entrada lleva directamente a una Miss Liberty de unos 2 metros realizada en bronce oscuro y cuya antorcha ilumina a todo aquel que desea ser iluminado por todo el saber que encierra la biblioteca, como ya advierte la farola de cristal que cuelga en la fachada y que es el símbolo del establecimiento.
Aunque cronológicamente figuran entre las primeras réplicas que vi, hablo de ellas en último lugar porque me ha parecido mejor empezar por las del país que vio nacer la obra original y seguir por Europa antes de cruzar medio mundo hasta llegar a Japón. En un pueblo tan aficionado a las réplicas como el nipón no es extraño encontrar a nuestra Miss Liberty en un lugar privilegiado de la bahía de Tokio, la isla artificial de Odaiba, desde la que puede guardar la ciudad igual que lo hace su hermana mayor norteamericana.
En la que para mí es la ciudad más peculiar de Japón, Osaka, y en su barrio más hortera y como de plástico, Amerikamura, una pequeña Miss Liberty observa desde lo alto de una tienda las idas y venidas de los que buscan oportunidades que comprar.
Hasta aquí ha llegado por ahora mi recorrido por las estatuas de la libertad del mundo. Seguiré al acecho cámara en mano para poder escribir pronto otro capítulo. Quedan pendientes unas cuantas en Francia y los Estados Unidos, una más en Catalunya, y otras en países tan dispares como Austria, Alemania, Italia, Noruega, Argentina, Panamá, China o Vietnam.
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