De nuevo elecciones

Publicado el 03 mayo 2016 por Salva Colecha @salcofa

Ya se han disuelto de nuevo las cámaras y hemos vuelto a la casilla de salida. Cerramos una
aventura de “casi legislatura” rara pero no única ni fracasada precisamente. El caso es que después de 130 días de espectaculo lamentable viviremos una nueva campaña en la que algunos, los que necesitan repartir culpas por doquier recurrirán a la tradicional siembra de terrores varios. No les creas, no tenemos nosotros la culpa. De verdad, no pasa nada, votaremos otra vez y santas pascuas.

Lo que temo es que visto el escaso poder de maniobra de los partidos, nos van a intentar
vender el mismo pescado aunque ya desprenda cierto tufillo putrefacto, como el de Ordenalfabetix, el pescadero de la aldea de Asteríx. Volverán a bailar por la tele, contarán chistes, se harán los simpáticos o seguirán escondidos pero en esta ocasión ya sabemos de que pié cojea cada uno porque de la escaramuza anterior nadie ha salido indemne, ni siquiera el que no ha hecho nada más que esperar a verlas caer en 130 días.

Los que han sido incapaces de entenderse ahora nos quieren vender su fracaso como una “una segunda vuelta”. Igual no han caído en que una segunda vuelta implicaría la imposibilidad de presentación de todas las fuerzas políticas excepto las que quedaron en primer y segundo lugar en la primera (así visto creo que la idea espanta). Esto no es una segunda vuelta, es más bien un “remake” con cierta mala sombra en el que van a pretender que compremos entradas para ver la misma película que salió defectuosa en el primer pase.

Eso sí, estos meses algo ha cambiado, durante cuarenta años por aquí, los ciudadanos, hemos contado muy poco en el bipartidismo hermético. Ha sido imposible enterarse de nada hasta que la justicia ha entrado a sangre y fuego en los feudos. Nos habían acostumbrado a votar cada cuatro años para después hacer lo que les diese la gana con nuestros votos. Habían llegado a creer que el pastel era suyo, para siempre. Se podían llevar a casa la vara de alcalde y ponerla sobre la repisa de la chimenea, que siempre queda muy mono. Por eso hemos sufrido la lacra de la corrupción. Porque, pase lo que pase, parece que aquí nunca pasa nada.

En esta situación de “hinchamiento de narices” llegamos a unas primeras elecciones (cuando todavía hacía frío) y descubrimos que aquellos que promovían el cambio eran incapaces de entenderse y que, al final, lo único que pedían era el cambio de la tapicería del sillón. Ahora nos enfrentamos a unas nuevas votaciones en las que la ilusión que pusimos ha pasado a llamarse desencanto. A nadie le importa ya si formar gobierno era complicado y menos todavía de quién es la culpa porque al final es de todos. Ya nos da igual porque tenemos la extraña sensación de vivir en un país en el que no cambia nada, que vive en un eterno bucle, caducado como los yogures esos que tomaba Arias Cañete para ahorrar y llevarse el dinero a Panamá.

Nos hemos quedado en un estado idóneo para ser presa de saqueadores y oportunistas. La desilusión afecta a todos los ámbitos de nuestra vida, desde la política hasta los medios de comunicación que viven despidos, censuras y amaños sin que pase nada, pasando por el empleo o nuestras derruidas economías (pero eso no es nuevo). Resulta evidente que hemos caído en un bucle peligroso del que debemos salir rápidamente acercándonos a votar de nuevo el 26 de Junio aunque sea sólo porque otros si lo harán y entonces no podremos quejarnos si permanecemos más tiempo en este agujero espacio-temporal en el que hemos caído.

La única forma de romper la rueda es seguir jugando la partida. Seguir las reglas democráticas pero sin olvidar lo que hemos vivido. Si rompemos la apatía, demostramos al Rey (el pobre no entiende de esto porque como a él no lo eligen…) que eso de ejercer la democracia no es un esfuerzo sino algo que debemos a los que se dejaron la vida en conseguir que podamos votar, esta vez los señoritos van a tener que entenderse, si se reponen del golpe que se puedan llevar.