De nuevo en la bahía de Kotor

Por Martafr1975

El litoral de Montenegro se encuentra entre uno de los paisajes costeros más bonitos y espectaculares de Europa. Las montañas emergen abruptamente de las aguas cristalinas y pequeños pueblos medievales se encaraman en sus rocas reflejandose en el azul turquesa del mar.

Martes 22 de agosto

Montenegro es un país pequeño que puede recorrerse perfectamente en dos semanas. Antes de volver a Barcelona y para acabar el viaje con unos días de relax, hemos decidido volver a la maravillosa bahía de Kotor y pasar allí los dos últimos días disfrutando más relajadamente de sus aguas, sus paisajes y sus gentes.

A medida que descendemos de Durmitor, la temperatura va en aumento, aunque nada tiene que ver con los insoportables 40º de los primeros días.

Llegamos a la bahía a medio día y dejamos la caravana en una de los autokamps de Kostanjicacampings improvisados ubicados en pequeños terrenos privados a orillas del mar. Son excesivamente básicos pero a pesar de ésto los precios son exageradamente caros en esta zona, mucho más accesible que la de Stoliv en la que estuvimos los primeros días y, por tanto, más turística, pero la ubicación en el mismo borde de la playa, es perfecta.

Después de comer, de un baño en las cristalinas aguas de la playa y de una merecida siesta (la primera de las vacaciones), nos hemos dado una ducha en la poco íntima ducha del camping y hemos ido a Kotor a dar un paseo al atardecer. El gentío de las semanas anteriores ha disminuido considerablemente en toda la zona y si a eso añadimos que las temperaturas también son más bajas, el paseo por el casco histórico de esta bonita ciudad amurallada es mucho más agradable y tranquilo. Tampoco tenemos la intención de verlo todo y hacer miles de fotos, simplemente de disfrutar del momento hasta que anochezca cuando la muralla encaramada en la roca se ilumina con los focos.

Miércoles 23 de agosto

El último día lo pasaremos en Perast, una ciudad museo en medio de la bahía y de la que no supimos aprovechar todo su potencial semanas antes debido a las elevadísimas temperaturas que había en la zona.

Hoy el día, mucho más agradable, ha sido fantástico. Hemos podido disfrutar de sus vistas desde el campanario de 55 metros de altura de la iglesia Svetan Nikola, de sus palacios y de un paseo en barca hasta la icónica isla de Gospa od Škrpjela donde se erige una iglesia construida en 1630 y con un interior decorado con una gran colección de pinturas barrocas de un importante pintor montenegrino.

Para comer una deliciosa ración de pescadito frito al módico precio de 1,5€ en uno de los chiringuitos del paseo que discurre paralelo a la costa.

Y antes de volver al camping a ducharnos, nos hemos dado un penúltimo baño en Ljuta, una agradable zona de baño que lo hubiese sido más si un yate no se hubiese plantado delante nuestro con música rusa (horrible, por cierto) a un volumen ensordecedor. El último baño del viaje nos lo hemos dado en el mismo camping, disfrutando de estas aguas tan espectaculares y jugando y divirtiendonos un rato con la colchoneta hinchable.

También toca un último homenaje gastronómico y para ello finalizamos donde todo empezó, en el Konoba Školji de Perast. Ni siquiera hemos cambiado el menú, mejillones a la buzara, spaguetti al frutti di mare y un brindis por éste y los viajes que vendrán con un vino blanco montenegrino.

Jueves 24 y Viernes 25 de agosto

Llegó el final y con él la vuelta a casa, priorizando la comodidad al coste económico. Teníamos reserva en dos ferrys, un primer trayecto desde Split (Croacia) a Ancona (Italia) y un segundo trayecto desde Civitavecchia a Barcelona. En un principio intentamos hacer el traslado desde Bar (Montenegro) a Bari con un compañía naviera montenegrina pero fue misión imposible descubrir porque motivo teníamos tres precios diferentes desde la misma web y además los comentarios en Tripadvisor del barco que se utilizaba como transporte no eran demasiado optimistas.

El jueves cruzamos las fronteras, toda una odisea, rodeados de incendios que nadie intenta evitar bajo las miradas atónitas de los turistas de la Europa occidental que no damos crédito a semejante barbaridad medio ambiental. La llegada a Split nos llevó más tiempo de lo imaginado, pero aún y así pudimos dar un paseo por la Stari Grad y recordar lo poco que queda de la Split que visitamos hace diecinueve años, después de una guerra y antes de que Juego de Tronos la convirtiese en Braavos y los turistas llegásemos en masa.

El embarque fue al anochecer y después de casi once horas de viaje a lo largo de toda la noche, lo que se agradece porque no da tiempo a aburrirse, llegamos a Ancona

Atravesamos Italia hasta llegar a Roma, desde donde cogeríamos el siguiente ferry para llegar a Barcelona. Y que mejor manera de finalizar un viaje que pasando el día en esta maravillosa ciudad con una visita relámpago pero intensa, recordando las plazas y monumentos que más nos gustaron cuando la visitamos hace cuatro años.

También de noche embarcamos en un enorme barco de Grimaldi, compañía que tiene la exclusiva en este trayecto, y que puede permitirse el lujo de hacer lo que le da la gana con los abusivos precios y con las normas internas que solo parece respetar cuando les interesa.

Ahora mismo estoy en uno de los puentes exteriores, con una música reaggetton que rompe los tímpanos, con gente fumando por todas partes y tirando las colillas por la borda como si fueran a desintegrarse en el mar y el único que parece molestar es mi perro de 6 kilos, Scott, que ha tenido que pasar la noche encerrado en una fría y maloliente jaula.

A tres horas de casa, en estos momentos lo que tengo ganas es de llegar y mi pensamiento está con las miles de personas que, seguro, irán a la manifestación contra el terrorismo y por la paz que se va a celebrar en Barcelona a raíz de los atentados de la semana pasada y a la cuál no voy a poder asistir por mucho que me pese.


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