Iniciamos el viaje con un primer tramo que nos llevaría hasta Lieja, en Bélgica, donde pasaríamos la primera noche en un hotel ubicado justo frente a la espectacular estación de trenes, obra de Santiago Calatrava, para continuar al día siguiente hasta Hamburgo. Llegamos a primera hora de la tarde a nuestro destino, gracias a las estupendas autopistas germanas, y después de atravesar los túneles bajo el río Elba en sentido norte llegamos a nuestro hotel, en una tranquila localidad al norte de la ciudad hanseática. Este hotel nos serviría los siguientes días de base para la visita de la propia ciudad de Hamburgo y de las vecinas Lübeck, Schwerin capital de Mecklemburgo-Pomerania Occidental y Travemünde, en lo que sería la primera etapa de nuestro viaje estival.
Y cuando desembarcamos nueve días después en Hamburgo, continuamos con nuestro viaje en la que sería la tercera y última fase de nuestro viaje veraniego. En poco más de cuatro horas ya nos estábamos registrando en nuestro hotel de La Haya. Dos noches para conocer la zona sur de Holanda, y que no pudimos visitar en nuestro primer viaje por esas tierras ya que al final Amsterdam absorbió todos los días de que disponíamos. La ciudad de cuento de Delft, la moderna Rotterdam y la capital política de los Países Bajos, La Haya, fueron las que en esta ocasión se llevaron nuestra atención.
La siguiente parada de nuestro viaje fue la turística región francesa de la Normandía. Unos días que nos servirían para conocer desde los lugares más turísticos y saturados de toda Francia como Mont Saint Michel, a pequeñas, solitarias y encantadoras localidades que aún conservan su esencia más pura, como Lyons-la-Forêt.
hasta pudimos encontrar tranquilidad y soledad en lugares tan turísticos como los acantilados de Etretat
Después de recorrer la Normandía, nos trasladamos 200 kilómetros al oeste, a la agreste y rural Bretaña francesa, donde nos alojamos en un antiguo molino. Serviría de base para visitar desde la costa de Saint Malo a la capital de la región de la Bretaña, Rennes, pasando por monumentales e históricas ciudades medievales. Una sorprendente región con una estupenda gastronomía propia.
Ya para finalizar nuestro viaje estival, pasamos el sábado y parte del domingo en la ciudad de La Rochelle, en la que ha sido nuestra cuarta estancia en esta ciudad, para volver a pasear por sus callejuelas, por su puerto medieval presidido por las Torres de San Nicolás y de la Chaine, entre las fachadas desconchadas de sus edificios, y volver a disfrutar del animadísimo ambiente veraniego de esta ciudad del oeste francés.
Un maravilloso viaje en el que hemos recorrido 5.815 kilómetros con nuestro coche y navegado 2.023 millas naúticas en nuestro crucero por los fiordos noruegos. Un viaje en el que empecé relatando el crucero por los fiordos, y que continuaré desgranando el resto poco a poco.