De padres e hijos II

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Hace unos meses experimenté lo duro que se hace para una madre asumir que tus hijos crecen y ya no te necesitan, darte cuenta de que aquel ser que dependía de ti para todo cada vez es más independiente y pasar de ser imprescindible en su vida a convertirte en accesorio. Lleva tiempo y sobre todo un esfuerzo infinito no intervenir, vencer las inmensas ganas de permanecer a su lado, de hacerles todo más fácil, de evitar que sufran.

Cuando logras entender que es el curso natural de la vida, que les toca salir del nido y continuar su camino, sabes que estás haciendo lo correcto. Así lo hicieron conmigo y así tiene que ser.

¿Recuerdan el anuncio de El Almendro, el que decía ‘vuelve a casa por Navidad’? Bien lloraba yo con ese spot cuando estudiaba fuera, me ponía en el lugar de la hija que llegaba a su hogar y abrazaba a su madre que se volvía loca de alegría de tenerla cerca otra vez. Ahora, yo soy la madre del anuncio y ya estoy loquita de pensar que dentro de muy poco voy a tener a mi hijo en casa de nuevo. No sé qué más inventar para que encuentre todo a su gusto, sus comidas preferidas, las actividades que más disfruta, su huequito en el sofá, todo está planificado. Lloro sólo de imaginar que lo veo salir por la puerta de llegadas del aeropuerto. Me imagino abrazándolo fuerte, viéndolo dormir y besándolo hasta que me llame pesada entre risas. Ya falta poco para eso.

También sé que será temporal, que una vez que salen es difícil que se queden, pero así tiene que ser.

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