El entorno en sí, es de calma total. El único ruido que pude percibir es el de los caballos que por allí rondan mientras comen y el de los tablones de los puentes que facilitan el paso de un lado a otro del río. Sin duda es un sitio ideal para pasear con la familia o como en mi caso, escaparse en buena compañía.A continuación os presento algunas de las fotografías que se tomaron aquel soleado y por fin cálido día del mes pasado. Entre ellas encontramos nuestros inquietos anfibios o por otro lado las adictas a tomar el sol aves. De las aves poco puedo decir, cuando están en modo reposo es bastante sencillo realizar capturas y más si la luz natural nos acompaña. Al otro lado de la moneda, los anfibios suelen ser bastante revoltosos y requieren de mucha paciencia y buen ojo lo que viene siendo discreción, observación y por supuesto velocidades de obturación lo suficientemente rápidas para que en cuestión de instantes podamos realizar la fotografía sin que nuestro “modelo” se escape. Como pequeña observación personal, cuidado donde metéis los pies y mientras os estáis preocupando de la toma... vigiladlos, a la caza de una ranita me “emocioné” de más acercándome y para evitar una húmeda caída en el riachuelo que desfilaba delante de mí, un paso atrás se convirtió en un simpático baño de barro para mis pies, aunque he de añadir que fue preferible a caer hacia delante y someter mi cámara a un indeseado chapuzón.
Foto y textos originales de: Caroline A. N.