Otro de los atractivos de la ciudad es la comida, está presente en cada esquina. Es muy común encontrar carritos que portan los vendedores ambulantes con diferentes productos. Dependiendo de la época en la que vayas, podrás comer castañas y piñas de millo asadas, frutas, dulces y los famosos simit, unos panecillos como rosquetes grandes cubiertos de sésamo.
Carritos de los vendedores ambulantes
Si te sientas a comer, lo habitual es empezar con los mezze o entremeses. Te recomiendo que pidas un plato variado para que pruebes de todo, suele incluir hummus (crema de garbanzos), berenjena preparada de diferentes formas, una ensalada con base de tomates, hojas de parras rellenas, quesos… todo acompañado con pan pita.
Las sopas fueron un descubrimiento, con distintas verduras y legumbres ligeramente especiadas, eran el remedio perfecto para recuperar fuerzas tras las largas caminatas. En cuanto a sus kebabs, nada tienen que ver con los que comemos aquí. La carne elegida se presenta en platos junto a ensalada y pan, todo por separado y en los dürüm es común encontrar un puñado de papas fritas mezcladas con la carne, cuando no se acompaña con berenjenas y cebollas asadas. Nada de salsas, no es necesario.
Para beber es muy típico el yogur líquido o Ayran, un punto más salado de lo que estamos acostumbrados, lo toman como acompañamiento para las comidas no como postre. El alcohol es bastante caro, pero una cerveza turca bien fresquita se agradece tanto en los días de calor que no se hace cuesta arriba gastar tres euros en una caña.
Los escaparates de las tiendas de dulces son impresionantes
Para terminar una buena comida turca no pueden faltar sus sabrosos postres. Los frutos secos son la base de las sobremesas, las tiendas de baklavas -unos pequeños dulces hechos con pasta filo, frutos secos y cubiertos de almíbar o miel- son un auténtico espectáculo. Igualmente son famosas las delicias turcas, una especie de gominolas rebozadas en azúcar glas a las que también se les añaden frutos secos. Los puedes acompañar con el famoso café turco. Es delicioso, pero es importante dejarlo reposar porque si no acabas tragando borras. Para los que prefieren el té, existen dos posibilidades: el té turco, al que ellos llaman chá, y el té de manzana. Este último te lo ofrecen en cualquier sitio donde tengas que pasar más de diez minutos, hasta en los barcos con los que se trasladan a través del Cuerno de Oro. Está muy rico y ayuda a continuar con el itinerario.
Café servido con una delicia turca y un vaso de agua con limón.
No te vayas de Estambul sin saborear un té de manzana o fumarte un narguile al atardecer en las escalinatas del lado asiático. Frente a la Torre de Leandro, la visión de las cúpulas de las cientos de mezquitas del lado europeo te dejarán literalmente k.o.