A veces ocurre que es en los viajes más sencillos e improvisados donde te encuentras las mayores sorpresas. Que es en esas escapadas de fin de semana que hacemos sin grandes pretensiones, solo con la intención de pasar unos días de descanso en un lugar cercano donde, sin esperarlo, descubres algo que recordarás siempre. Eso es lo que nos sucedió este verano, cuando decidimos pasar el último fin de semana de nuestras vacaciones en Ávila, "ciudad de las tres culturas" (islámica, hebrea y cristiana).
Cuando uno se aproxima a Ávila por carretera, desde Madrid, tiene la impresión de acercarse a una ciudad pequeña, de edificios menudos, tranquila y sin grandes aspavientos. Pero a medida que vas llegando, que empiezas a ver sus murallas y, sobre todo, cuando te adentras en su casco antiguo (Patrimonio de la Humanidad desde hace 30 años), descubres la grandeza de su historia, su arquitectura y sus gentes. Ávila es como esas personas que, de primeras, quizá no te llaman la atención; pero que cuando te tomas el tiempo de conocerlas mínimamente, te atrapan y no quieres separarte nunca de ellas.
Teníamos poco más de un día, desde el sábado por la tarde, para disfrutar de nuestras "nanovacaciones". Así que aprovechamos el tiempo perdiéndonos por las callejuelas de la ciudad amurallada, tomando un aperitivo en un jardín junto a la Catedral (Los Patios de la Catedral), cenando en un espacio de fusión (Revolutum), o tomando una copa en un local acogedor y tranquilo, antes de meternos en el bullicio de la calle San Segundo, justo a las puertas de la muralla, que también hay que vivir ese aspecto de la ciudad...
Siendo de Madrid, no os extrañará que os diga que he visitado muchas veces la vieja ciudad. Pero nunca había paseado por sus murallas. Me gusta eso de descubrir tesoros en lugares que he visitado decenas de veces; es como escuchar una historia por primera vez. Y eso es lo que hicimos la mañana del domingo: descubrir tesoros. La muralla, que puede recorrerse en todo su perímetro exterior (cerca de 3 kilómetros de Historia), es posible también recorrerla en gran parte por su adarve (la parte superior de la muralla). Se trata de un recorrido de poco menos de 2 kilómetros, que te adentra en la historia de su construcción y las diferentes culturas que han poblado la ciudad. Solo hay una parte de la muralla, el lienzo Sur, que aún no está rehabilitada; pero eso no es impedimento para realizar una visita interesante que merece la pena y que sorprende, ya que ofrece una perspectiva única de la cuidad y de los extramuros.
Nos dejamos muchas cosas en el tintero. Volveremos a hablar de Ávila, sin duda.
Hay mucho que contar de esta preciosa ciudad medieval.
Una curiosidad: a los pocos días de nuestra estancia, la página de viajes de la BBC publicaba un reportaje sobre cinco ciudades amuralladas del mundo donde vivir bien. ¿Adivináis cuál fue la ciudad española elegida?
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