El magnífico tiempo que hemos tenido este fin de semana en Madrid hizo que nos animáramos a visitar por fin Madrid Río, el proyecto por el que se han recuperado las márgenes del Manzanares, tras el soterramiento de la M-30, y que lleva abierto desde el mes de abril. Sin querer entrar en polémicas o política, acerca de lo faraónico del proyecto o del dinero que el Ayuntamiento ha gastado en ello, personalmente Madrid Río me parece una gran idea. Especialmente para los que vivimos en el centro de Madrid y lo único que pisamos a diario es asfalto, poder contar con un espacio verde de esta envergadura a dos pasos de casa, es todo un lujo. Recuperar los ríos para las ciudades se está convirtiendo en una tendencia que integra naturaleza y ciudad, y que está terminando con esos ríos malolientes, convertidos en vertederos o en zonas marginales.
El proyecto incluye casi ocho kilómetros de zonas peatonales, una superficie de 1.200.000 metros cuadrados, la rehabilitación o construcción de 32 puentes y pasarelas, más de 33.000 árboles plantados y 429 hectáreas de zonas verdes. Nuestro paseo comenzó en la zona de Príncipe Pío y terminó en El Matadero, unos 5 agotadores kilómetros. El primer puente que nos encontramos en el recorrido es el Puente del Rey, construido en 1816 durante el reinado de Fernando VII, y que une el Campo del Moro con la Casa de Campo.
Resulta curioso admirar las nueve presas que encontramos a lo largo del río, por las que el agua baja con una inmensa fuerza. Gran parte de ellas han tenido que ser demolidas y vueltas a construir debido al estado de deterioro en que se encontraban.
Otro de los preciosos puentes que se han recuperado es el Puente de Segovia, el más antiguo de Madrid, construido por encargo de Felipe II a Juan de Herrera (autor del Monasterio de El Escorial y del Palacio Real de Aranjuez) entre 1572 y 1588, en sustitución del antiguo de madera. Desde aquí se tiene una preciosa panorámica de los edificios de plaza de España, el Palacio Real y la catedral de la Almudena.
Lo que me preocupa de estos estanques es que la gente los utilice como piscinas, el agua está sucia, no hay ningún sistema de cloro, y ya vi a algunos que se aventuraban a meterse en el agua aunque solo fuera hasta las rodillas pero con bañadores. Si sucede esto en el mes de mayo, es probable que en agosto, cuando apriete el calor más de uno se meta en el agua. Esperemos que no haya que lamentar ninguna desgracia.
Pero no todo son puentes antiguos, se han construido algunos nuevos realmente originales, como por ejemplo el Puente verde en Y, situado frente al estadio Vicente Calderón. Se trata de un puente de acero con dos brazos en la margen izquierda y uno en la derecha, que semejan una "y".
Para los niños hay muchísimas zonas de juego, con tirolinas, columpios, junglas de troncos, toboganes, telas de araña, hamacas, lianas realizados en materiales naturales como la madera, el cáñamo o el caucho, que me hicieron morirme de envidia, me hubiese encantado probar todos y cada uno de los juegos. ¿Por qué no existirían estas cosas cuando yo era pequeña? Los que más me gustaron, y que podéis ver en la foto de abajo, fueron unos cerditos hechos de madera.
De momento los árboles son aún pequeños, y este verano se hará notar en algunas zonas la ausencia de lugares de sombra. Se han plantado más de 33.000 árboles de 47 especies diferentes, entre los que podemos encontrar pino, gingko biloba, plátano, fresno y castaño de Indias; y 460.000 arbustos de 38 especies, entre plantas aromáticas y trepadoras. En algunas zonas la sensación de ahogo por mi alergia al polen era insoportable.
Llegamos al barroco Puente de Toledo, mandado construir por Felipe IV en sustitución de otro anterior. El proyecto lo hizo Juan Gómez de Mora y lo llevó a cabo José Villarreal entre 1649 y 1660. La última reconstrucción la realizó Pedro de Ribera en 1715. Se remató en 1735 por unas esculturas con las imágenes de San Isidro y Santa María de la Cabeza.
Y finalmente, mi puente favorito, el moderno y espectacular Puente monumental de Arganzuela, donde empieza el parque del mismo nombre. La construcción tiene 274 metros de longitud y es peatonal. Tiene una curiosa forma circular que podría recordar a un sacacorchos.
Puente monumental de Arganzuela
El puente es obra del arquitecto francés Dominique Perrault, autor de la Caja Mágica de Madrid, la biblioteca François Miterrand en París o el velódromo y las piscinas olímpicas de Berlín.
A partir de aquí entramos en el Gran Parque de la Arganzuela, la zona ajardinada más grande de Madrid Río con 25 hectáreas, donde además de juegos, zonas deportivas y verdes, encontramos la gran decepción del proyecto, la playa urbana.
La idea era la de crear una verdadera playa urbana, al estilo de la de París, un lugar donde poder bañarnos en una ciudad donde la ausencia de mar en verano se hace notar, y mucho. En vez de ello, tendremos que contentarnos con tres óvalos de agua: una lámina de agua superficial, en la que como mucho te mojas los pies a la vez que te pillas unos buenos hongos; chorros de agua y nubes de agua pulverizada. Vamos, que bañarse, lo que se dice bañarse, más bien no.
De momento quedan muchas cosas por hacer, entre ellas, estaría bien que instalasen alguna terraza para descansar mientras se toma algo, ya que a lo largo del camino hay algunas fuentes de agua potable, pero nada más. Tampoco estaría mal, habilitar algún tramo como zona de copas, al estilo (en menor escala, por supuesto) del puerto de Barcelona, o incluso de algunos locales y terrazas de las también recuperadas márgenes del Ebro en Zaragoza. Para variar, las opciones son escasas y encaminadas en exclusiva a la familia, los niños y los más mayores, cuando los jóvenes también queremos nuestro espacio. Espero que poco a poco el proyecto vaya creciendo y se vayan mejorando algunos aspectos. Por ahora, ya tenemos una amplia zona verde donde refrescarnos a dos pasos de casa. Espero que hayáis disfrutado del paseo.