Nuevo aspirante a director, esta vez el único asturiano (y sin batuta) aunque creo aún en formación pese a enfrentarse a un programa donde nuestra orquesta debería funcionar a poco que se le exigiese, lo que para desgracia de los pocos presentes (nuevamente huecos en abonados y entradas regalándose a la puerta) pudimos comprobar que faltó curiosamente lo que sobraba esta tarde, fuego, con un calor sofocante nada habitual en plena Cuaresma.
Comenzaba diciendo que faltó más fuego, más pasión en la dirección, muy gestual pero poco precisa, con indecisiones en muchas entradas (que notaron todos, en especial la percusión y el metal) así como la falta de esa homogeneidad necesaria para lucir la paleta orquestal de Don Mauricio.
Hubo muchos detalles que confirman la solvencia de nuestros músicos: la cuerda en su sitio, con la seguridad y sonido que la hacen única, una madera de lujo en todos y cada uno de los instrumentistas (en especial Ferriol y Mascarell), unos metales algo titubeantes e "incómodos" por lo ya apuntado, más una percusión siempre acertada "a pesar de", sin olvidarme del arpa y el piano - celesta, así como nuestros solistas que siempre brillan con luz propia, más en esta maravilla de la orquestación.
Pero Stravinsky exige más tensión y menos distensión, sorprender al público aunque conozca la obra, vida muerte y renacimiento, algo de malicia en el infierno y menos tranquilidad en la cuna para llevarnos a un clímax que tan sólo fue brillante por el tutti, dejándonos una versión con menos colorido del esperado. Al menos el propio De Paz comentaba en La Voz de Asturias "No me planteo la titularidad de la OSPA". Yo tampoco.