El terror como medio formativo Los cuentos de Perrault (Barba Azul, Caperucita Roja, El gato con botas, La bella durmiente, La Cenicienta, Las hadas, Piel de asno, Pulgarcito, Riquete el del copete) fueron una suerte de transcripciones de historias populares y hasta relatos folklóricos de su tiempo, aquellas que se contaban unos a otros de forma oral, tomándose las licencias que cada quién deseaba y dependiendo del público o las circunstancias. Eran historias que se contaban en las casas y en las plazas, en el pueblo y en el palacio, en las cocinas y en los caminos, contadas por abuelas como por bufones, muchas veces escuchadas por los niños a la hora de dormir. Se registra que la moda de los cuentos de hadas entre la gente de la clase alta se inició en 1685, con la condesa d’Aulnoy, y años después ya se escuchaba la lectura de tales narraciones en reuniones literarias cortesanas. En el caso de los hermanos Grimm, ellos publicaron muchos años después su “Cuentos para la infancia y el hogar” como narraciones folklóricas que pretendían preservar las tradiciones orales de su natal Alemania, invadida por Napoleón, motivo por el que se rehusaban a incluirles ilustraciones “para niños”. Una situación diferente es la que origina la publicación de más de 158 historias por Hans Christian Andersen, en Dinamarca, ya que en su tiempo (siglo XIX), sí los orientó a un público infantil, por lo que están exentos de la crueldad extrema de las historias de Perrault o de los hermanos Grimm, y por el contrario, las dota de un cierto romanticismo trágico, propio de la época y de su estilo natural, por lo que es considerado el primer gran clásico de la literatura infantil. Andersen toma el folclore como fuente y recrea historias, algunas de animales humanizados, mediante las que representa estructuras y dinámicas familiares y sociales. De uno u otro modo, en las historias de estos autores, en su versión original, abundan en hechos terribles y trágicos, con una intensidad tal vez propia del tiempo, que puede llegar al extremo de la avaricia desmedida, el canibalismo, los asesinatos y el suicidio, entre otras joyas, que probablemente eran habituales como medios educativos en el contexto moral de aquella época.
Para muestra un botón
El afán moralista: El Bien vs. el Mal
Walt Disney y su mundo de Fantasía El maestro de la dulcificación es definitivamente Walt Disney (19011-1966), quien toma cuentos tanto de Perrault como de los Hermandos Grim y de Hans Christian Andersen, y los depura al extremo, extirpándoles lo terrorífico y adecuándolos a una sociedad que ya tiene normativas jurídicas y culturales para proteger a la sociedad, y que puede usar métodos educativos menor aterradores. En “la verdadera villana en la primera versión de Blancanieves era su madre biológica y no su madrastra”, consumida por los celos ante su inconmensurable belleza, ordenado “una espantosa muerte para su propia hija”. Como ya en el siglo XIX la idea era inaceptable, los Hermanos Grimm hacen el gran cambio, que es tomado por Disney y que, incluso se transforma nuevamente en una versión subversiva de la historia con la actual “Maléfica”, que nos la presenta como una víctima de la ignorancia y la violencia y nos hace llegar a compadecerla. Y así podemos seguir una historia tras otra, transformación por transformación.
¿Erradicación de la violencia? Quedará para un interminable debate si se ganó o se perdió entre tanta modificación, logrando hacer desaparecer los horrores originales y transformándolos en situaciones sentimentales, más que
Dejo a los estudiosos el tema, pero me pregunto… ¿no nos habremos alejado del terror como herramienta formativa de juventudes para pasar a la violencia como medio de manipulación social?