De Philippe Claudel, Aromas

Publicado el 15 junio 2013 por Serlibre
"...Porque no hay dos sexos iguales, ni que exhalen los mismos olores. Los besos que depositamos en ellos como ofrenda o consuelo intentan domesticar a la hermosa criatura dormida que parece vivir en su interior, envuelta en un irresistible aroma que, dependiendo de la mujer, recuerda al de la madera de cedro, el pan que empieza a tostarse, la tenue acidez de la cidra, el almizcle del pellejo de ciertos animales salvajes, la leche, la malta o el caramelo, pero con una acentuación de notas menores, un bisbiseo de olores que, para ser percibidos y honrados, requieren que nos acerquemos lo máximo posible, que posemos la nariz y los labios en el sexo, que lo besemos y olfateemos cerrando los ojos, con la humildad del devoto ante la diosa. Los dedos y los labios que se acercan a soñar en el sexo de las mujeres conservan largo, largo rato el recuerdo de su aroma, como si éste no quisiera morir, igual que nosotros, que tampoco queremos, salvo quizá entre sus muslos, como en el más hermoso de los sueños..."