Tengo estudiantes muy inteligentes y acuciosos. No les gusta que les enseñen la filosofía como un dogma hecho, conciben el saber como una aventura y prefieren la duda a la certeza. Se entienden conmigo porque prefiero que me digan: “Nunca me había planteado eso” y traten de resolverlo, a que acepten pasivamente mis palabras.
Uno de ellos me dice que para explicar la aparición del ser humano el mayor problema que encuentra es nuestra larga niñez. Tomemos los pinzones de Darwin –dice-; tenían genes dominantes y recesivos de picos largos y débiles en unos casos y curvos y fuertes en otros. Esos genes no aparecieron de la nada. Por las condiciones de las Galápagos, con semillas y frutos duros, los picos curvos y fuertes tuvieron ventajas comparativas y sobrevivieron por selección natural. Si pasamos ese esquema al origen del ser humano, el ancestro común del que habla Darwin, cubierto de pelo y de niñez corta como otros simios, debía tener genes para producir niños sin tanta vellosidad y niñez más larga junto a otros más parecidos a él. ¿Cuáles serían las ventajas comparativas de esos bebés que necesitan tanto tiempo de crianza por ser más desvalidos que los otros? Lo normal sería que desaparecieran en la competencia con bebés de niñez más corta, de crecimiento más rápido, más parecidos a sus progenitores. Un chimpancé de dos años está infinitamente mejor dotado para sobrevivir que un humano de la misma edad.
Los evolucionistas nos hablan de las ventajas del ser humano adulto: manos capaces de crear y usar herramientas, mayor inteligencia, hombros y muñecas flexibles que permiten arrojar piedras y lanzas, lenguaje… Pero todas ellas se dan gracias al aprendizaje y el lento dominio de la motora gruesa y la fina. No deja de ser interesante imaginar cómo pudieron ser educados los primeros humanos por seres subhumanos que no tenían varias de nuestras características.
Por algo todos los relatos de creación -sean hebreos, mayas o griegos-, hablan de la aparición súbita de humanos adultos, no importa si fueron hechos de barro o maíz, como en el caso de los mayas, pero siempre crecidos, con dotes especiales como lenguaje o dominio de los animales para no ser aniquilados por bestias salvajes. Ni evolucionistas ni creacionistas describen la aparición de los primeros bebés humanos, con sus enormes desventajas frente a la selección natural.