Porque está visto que en España nos gustan los animales, y cualquier noticia que tenga como protagonista un bicho, aunque sea sólo en el apellido, nos hace saltar lágrimas de emoción. Sólo así se justifica la recepción con los brazos abiertos de Pepe Lobo, uno que dicen que es presidente de Honduras después de unas elecciones casi sin participación conovocadas después de un golpe de Estado y mucha represión. Por cierto, si no os gustan este tipo de animalillos, pinchad aquí.
También los fósiles son, o fueron, animales. Algunos, medio muertos y todo, lo continúan siendo, y el gobierno del PPSOE los ama tanto que se opone a jubilarlos y darles su merecido descanso, mientras otros más preparados y menos herederos de regímenes pasados desempeñan su labor. Me refiero, claro está, a esas reliquias del Jurásico que forman el Tribunal (In)constitucional, cuya credibilidad está ya tan en tela de juicio como la del Supremo, que son tan animales como para permitirse decidir si es lícita o no la voluntad de un pueblo expresada en referéndum o, en todo caso, disponerse a recortarla por tocar cuestiones tan peligrosas como el deber de conocer una lengua. Luego se quejarán de que hasta las personas republicanas y federalistas como una servidora tengan la tentación, en las consultas soberanistas catalanas (en mi pueblo se celebra el próximo 25 de abril), de votar que nos larguemos ya de este país de chiste (aunque no esté segura de que el otro no lo fuera también). Pero no se les puede culpar; los pobres carecen del elevado coeficiente intelectual de los seres humanos. Aparte de que ya no están para muchos trotes.
En fin, las últimas y las penúltimas noticias nos reafirman en la idea, por si alguna vez tuvimos alguna duda, de que éste es un mundo de lobos, y no de ovejas. A no ser, naturalmente, que la oveja sea transgénica.
Más sobre estos temas aquí y aquí.