De Polo al cielo

Publicado el 11 marzo 2014 por Salva_martin @monacoenred

Revolucionar y lograr un hito en el mundo de la moda es casi imposible. Permanecer y ser reconocido durante décadas como un referente ya parece toda una quimera. Icono, mito, referente. Así se puede definir a Polo Ralph Lauren, una firma que encontró el éxito combinando el estilo clásico norteamericano con el refinamiento y la sensibilidad europea.

La historia de Polo Ralph Lauren nace de la manera más humilde pero con la fuerza de la más clara de las convicciones. Su creador, Ralph Lifshitz nació en el Bronx en 1939. Tras pasar por los mostradores de Brooks Brothers, pronto tuvo claro que su objetivo era aportar diseños propios al mundo de la moda, un tipo de ropa intemporal y de calidad. Así nació la primera tienda de corbatas de Ralph, bajo el nombre del más elitista de los deportes: Polo.

A partir de ese momento todo fue crecer. De Polo al cielo. Dos años después, en 1969, la marca abría la primera tienda de un diseñador en unos grandes almacenes. Nada menos que en Bloomingdale’s, en pleno corazón de Manhattan. En 1972 se detuvo el tiempo entre costuras con la introducción del legendario polo con el logotipo del caballo. ‘Cada equipo tiene su color. Polo tiene 24’, rezaba el eslogan. Muestra de su transversalidad inspiradora son las palabras que el crítico de arquitectura del New York Times le dedicó a Ralph Lauren en 1980. Paul Goldberg afirmó entonces: “el verdadero icono del diseño no eran Philip Johnson ni Robert Stern, sino Ralph Lauren”. De los noventa hacia nuestro días, la firma estadounidense ha apostado muy fuerte por su espectro deportivo (Polo Sport), ha llegado a conquistar a los sectores más elitistas (Purple Label) y se ha consolidado financieramente con la salida a Bolsa en 1997.

Quizá una de las claves para entender lo que ha aportado Polo Ralph Lauren al mundo del diseño, las tendencias y la moda la podamos encontrar en las palabras de Karl Lagarfield: “Mantiene la idea de la mejor América posible. Vende un estilo de vida. No cambia cada seis meses porque no es su espíritu. Le da el tono adecuado a la gente de que otra forma tendrá mal gusto”. En definitiva, una de esas marcas que si no existiera habría que inventarla.



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