Esta crisis económica que nos atenaza, que parece no acabar nunca, sirve para el auge de una nueva profesión: conejillo de indias, personas que se ganan la vida participando como voluntarios en ensayos clínicos en Fases I, II, y III. Arriesgan su salud, pero de algo hay que vivir.
Roberto Abadie acaba de publicar: "The Professional Guinea Pig: Big Pharma and the Risky World of Human Subjects". Es una mirada sorprendente a un tenebroso mundo del hampa americano, donde personas ponen a riesgo su salud y sus vidas, al participar en ensayos clínicos de nuevos fármacos a cambio de dinero fácil en efectivo. Cada año, se ensayan cientos de nuevos fármacos, antes de entrar en el mercado. En Boston pueden encontrarse anuncios gigantes en las estaciones de metro, para reclutar voluntarios. Por lo general, se involucran pacientes que tienen la condición que se supone en el nuevo medicamento: así, si es una medicina contra el cáncer, reclutan a enfermos cancerosos; si es un fármaco contra el sida, a pacientes VIH positivos.
Algunos ensayos pueden durar años, con un régimen de visitas cada mes. Por cada visita al hospital, los pacientes reciben dos billetes de autobus y alrededor de 30 dólares. Hay personas que se ofrecen voluntarios para participar en 8 ó 10 ensayos al año. Está claro que no van a hacerse ricos, pero algunos pueden llegar hasta los 20.000 dólares anuales. Se suponen que de ahí tienen que pagar impuestos, pero la mayoría no lo hacen.
Hasta 1970, la mayoría de ensayos clínicos se llevaban a cabo entre los presos. Las cosas han cambiado. Ahora, entre los ricos y la clase media no suele haber voluntarios, salvo que sean estudiantes. La mayoría son chicos pobres que luchan por abrirse camino: estudiantes en busca de dinero para la matrícula en la universidad, artistas, trabajadores autónomos, albañiles, pintores, mensajeros, personas sin hogar, gente con problemas de alcohol y drogas. Es todo un submundo que luchar por subrevivir.
Y los riesgos no son pocos. Aunque pueden abandonar el estudio voluntariamente en cualquier momento, son muy pocos los que lo hacen, pues dejarían de ganar dinero.
Se han dado casos, aunque no son muchos, de personas que sufren complicaciones graves. Sólo hace unos años un ensayo de Parexel en Inglaterra salió muy mal y todos los sujetos que tomaron el medicamento (en lugar del placebo) terminaron sufriendo complicaciones o muerte, que dejaron a algunos con miembros amputados, parálisis y cicatrices permanentes.
Llamar a estas personas voluntarios no deja de constituir un ejemplo de cínismo. Cómo alguien puede ser pagado por ser voluntario? Si continúa la recesión actual, éste es un fenómeno que no ha hecho más que comenzar.