En ocasiones nos creemos dioses, todo lo podemos y nada se nos resiste.
La belleza nos acompaña
La gracia nos nimba.
La agilidad nos hace flexibles como juncos.
La fuerza nos asiste.
El movimiento nos nutre.
La alegría es nuestra compañera.
La serenidad nos sostiene.
La sociabilidad nos individualiza.
Quizá no seamos tales dioses y sólo estemos hechos de la materia de los héroes.
Nos inmortalizamos en mitos duraderos.
Y somos capaces de soportar durísimas pruebas para llegar a ese estado evanescente de reconocimiento unánime.
En definitiva, somos humanos y estamos condenados desde niños.
Apenas somos rastros de sueños a la deriva en una carne que se arruga con el tiempo y tiene como horizonte el no ser, su cita más ineludible.
Todas las fotografías han sido realizadas por Isabel Martínez Barquero.