Éste es, quizás, uno de los arranques más conocidos de la historia del cine.La puerta se abre y, como si se tratara de un viaje en el tiempo, aparecemos en el desierto de Texas, en 1868. Es The Searchers (Centauros del Desierto, John Ford, 1958). El resto es historia del cine. La secuencia recuerda, en cierta medida, a otra no menos conocida: Dorothy (Judy Garland) aterriza con su casa en no se sabe dónde. Cuando abre la puerta descubre un mundo de plástico en Technicolor y, entonces, da comienzo otra película, The Wizard of Oz (El Mago de Oz, Victor Fleming, 1939).
Las puertas siempre han sido un poderoso recurso narrativo aunque, en la actualidad, su simbolismo haya quedado relegado a un segundo plano. Siempre hay excepciones, como Monsters, Inc (Monstruos, S.A, Pete Docter, David Silverman, Lee Unkrich, 2001) pero, en general, las puertas, como las escaleras y los The End, son cosa del pasado a pesar de ser el mejor medio - junto a las naves espaciales - para entrar en otros mundos. Y sino que se lo pregunten a cualquiera de las Alicias que ha retratado el cine.
No todo es color de rosa tras una puerta. A veces, ocultan crímenes inconfesables como en Secret Beyond the Door (Secreto tras las puerta, Fritz Lang, 1947) o muertes inquietantes como la de la Primera Señora de Winters en Rebecca (Hitchcock, 1940).
Cuando pasamos al género romántico, las puertas han sido el lugar perfecto para las despedidas. Scarlett (Vivien Leigh) y Rheth (Clark Gable) en Gone with the Wind (Lo que el viento se llevó, Victor Fleming, 1939) no fueron los únicos. Bette Davis y Henry Fonda en Jezebel (William Wyler, 1938) también se dijeron adiós - bofetada incluida - en una puerta. ¿Recordais a Cary Grant y a Katharine HepburnThe Philadelphia Story (George Cukor, 1940)?
Y cómo olvidar a Montgomery Clift aporreando la puerta de Olivia de Havilland al final de The Heiress (La Heredera, W. Wyler, 1949).
¿De cuántas puertas me olvido?