De qué color es Berlín - David Wagner

Publicado el 03 marzo 2017 por Rusta @RustaDevoradora

[¿De qué color es Berlín?] Hoy la respuesta sale con facilidad, la ciudad es blanca, estamos metidos en la nieve hasta las rodillas. Por lo demás, en verano, Berlín es verde, dices, pero en realidad tiene los colores del asfalto o de la arena, el rojo del ladrillo, el tono pimienta y sal del granito del pavimento, el azul y el violeta del empedrado.

Un hombre sale a tirar la basura. Como cualquier día, como cualquier persona; solo que, en esta ocasión, desea alargar la salida, se entretiene paseando, recorriendo las calles, para retrasar el momento de volver a casa. No lo hace con ningún propósito particular; se trata del gusto por caminar, de perderse por la ciudad, de empaparse de su bullicio; el placer propio del flâneur. Y así, con esta anécdota, comienza De qué color es Berlín (2011), uno de los libros más importantes del escritor alemán David Wagner (Andernach, 1971), residente en Berlín y autor de dieciocho obras que abarcan diversos géneros. Hasta ahora, solo se han traducido al castellano el presente título yCosas de niños (2009), una novela fragmentaria que indaga en la paternidad a partir de la relación entre un padre joven y su hija pequeña. En ambos destaca, además de la estructura en pequeñas piezas, su mirada urbana: es un escritor que se mueve por la ciudad como antaño lo hicieron Walter Benjamin, Franz Hessel o Siegfried Kracauer. He aquí, por lo tanto, un retrato del Berlín contemporáneo (en concreto, entre 2004 y 2011, los años en que lo escribió), un retrato entre lo erudito y lo corriente, en el que demuestra su extraordinaria capacidad de observación para ahondar con agudeza en lo que lo rodea.

La metáfora del color que da título al libro es la excusa para hilvanar una serie de textos de pocas páginas dedicados a diversas zonas de la ciudad, desde la perspectiva curiosa y analítica de David Wagner, una voz precisa e inteligente, que condensa muchas ideas. Se puede decir que, según él, Berlín tiene muchos colores, que se modifican por el paso del tiempo, pero también en función de las luces y sombras de cada espacio, de lo que estos impulsan, de lo que arrastran. Berlín, pese a ser una ciudad "moderna" en muchos sentidos (una ciudad urbanita, turística, reconstruida, plural, artística), conserva el recuerdo indeleble del Muro en la conciencia de la sociedad. El autor, aun dejando claro las diferencias que se han resuelto, hace múltiples referencias a lo que era antes el Oeste, recalcando la división, lo que queda de aquello. Incluso tratándose de un libro de paseos por el Berlín del siglo XXI, en la construcción de un relato sobre la ciudad la huella del pasado sigue ahí, como los edificios derruidos o reformados hasta resultar irreconocibles.

¿No era antiguamente Berlín sobre todo blanca y negra, como sugieren las fotos de antes de la guerra? ¿Y Berlín Este una ciudad del color de las películas fotográficas ORWO? La capital de la RDA tenía unos colores distintos a la de Berlín Oeste, gris lignito y marrón escombros, también tenía, aunque eso ya no es pertinente aquí, otro color. Se ha disipado, sí, ya no existe Berlín Este, no sólo está superada la división política de la ciudad, también la cromática, y en muchas zonas, mira si no las fachadas de color menta y pistacho, la división quedó sobrecompensada.

Los textos están planteados desde un enfoque en el que prevalece lo "no normativo", tanto en lo que se refiere a la organización social como al estado de la arquitectura y el urbanismo. David Wagner se pasea por los barrios menos favorecidos, con frecuencia atestados de inmigrantes, que ponen de relieve la naturaleza multicultural de Berlín y, a la vez, su cara menos amable, la segregación social, con la que se muestra crítico (y cuyas ideas podrían extrapolarse a muchas otras ciudades): "La sociedad multicultural de Kreuzberg [...] funciona a través de la ignorancia tolerante. Pero funciona además porque los mayores rechazos sociales todavía se disimulan con las generosas medidas de fomento de años previos de más abundancia" (p. 44). No obstante, en otros pasajes elogia la "convivencia social": "la convivencia diaria en Berlín está impregnada de mucha más tolerancia de lo que pretenden hacer creer los medios de comunicación con sus historias. Sí, hay una convivencia social que funciona, e incluso los traficantes son amables y saludan" (p. 58) El otro aspecto no normativo al que hace alusión es, cómo no, el arte urbano, cada vez más característico de Berlín: grafitis espléndidos, esculturas improvisadas que dan brillo a lo utilitario... David Wagner habla de la ciudad a pie de calle, una ciudad dinámica, alternativa, que "sin los grafitis, [...] sería fría. Quizá sin garabatos pareciese más ordenada, sí, y no todas las pintadas son bonitas, no, y seguro que a menudo constituyen daños a la propiedad, pero sería más aburrida" (pp. 91-92).

Comer salchicha, tomar una cerveza, servirse un croissant, ver los partidos del mundial de fútbol en las pantallas... Celebrar una circunspecta fiesta nacional, recitar poemas de Schiller para conmemorar el bicentenario de su muerte... Pasear a orillas del lago, adentrarse en el bosque de Grunewald y dejarse sorprender por la flora y la fauna que alberga este oasis de naturaleza... En el Berlín de David Wagner cabe todo: lo banal y lo profundo, lo efímero y lo permanente, lo urbano y lo silvestre, lo antiguo y lo nuevo. Y, precisamente porque cabe todo, De qué color es Berlín rebosa vida, la vida de la gente corriente, y lucidez, la lucidez de la mirada perspicaz de David Wagner. Este libro habla, en definitiva, de hoy, de los problemas y los atractivos de una capital cosmopolita en la que su larga historia se funde con los recuerdos y experiencias individuales de los vivos. En sus propias palabras: "Estar en Berlín, dice W., es un sentimiento, aquí el pasado reposa en los adoquines como el agua estancada. Aquí vivió K., en su casa en el ala lateral, arriba. Y aquí me besó V., yo a ella, o los dos. De eso no le digo nada a W" (p. 198).

Citas en cursiva de las páginas 95 y 96.