Estudios psicoanalíticos avanzados han descubierto que el goce femenino no es cuestión del órgano ni del orgasmo, sino de la relación moral que la propia mujer tiene con su concepción de sexualidad. El goce de la mujer se mantiene dentro de una paradoja. Lo que goza en ella no coincide con lo que ella creer gozar. Incluso el goce femenino suele ser causa de ruptura y crisis de pareja ya que hay un goce en la mujer que el hombre no tolera. Ante la intolerancia del hombre ante el goce femenino, a ella no le quedan muchos caminos. El mas común es el de la represión de sus deseos y toda su sexualidad transformarla en masoquismo, dolor, insensibilidad o enfermedad. El hombre que no tolera el goce de la mujer, tiende a acallarlo, a censurarlo, a reprimirlo en ella. Muchos hombres no toleran ver gozar a la mujer porque se dan cuenta que el goce de ella tiene que ver con él y a veces no es con él sino de la tolerancia de ella misma a su propio goce. De aquí puede surgir un hombre impotente o eyaculador precoz, cuyo síntoma no es mas que una intolerancia al goce femenino y a la vez una venganza contra ella, pues prefiere dejarla insatisfecha antes que verla gozar. Dicho egoísmo masculino puede llegar a producir un desencantamiento amoroso por parte de la mujer, porque ella percibe que tras su síntoma – eyaculación precoz o impotencia- se esconde un hombre egoísta, temeroso o vengativo. Este tipo de conductas, acaba minando el ánimo de la mujer y la hará llevando a una separación física y psíquica de su pareja. Hay algo en el hombre de intolerancia a la sexualidad femenina. De hecho, la envidia en el hombre siempre es envidia femenina. Son hombres que no aceptan que su pene es más órgano de goce de ella que de él, así mismo no terminan por aceptar que la vagina no es de la mujer sino que es órgano de goce masculino. Todos los problemas de pareja se pueden resumir a las tolerancias e intolerancias al goce. Cuando un hombre o una mujer han tenido un desarrollo psicosexual inapropiado, es muy probable que vivan y amen de manera infantil e inmadura. Cuando es así, la genitalidad pasa a un segundo plano y la sexualidad queda relegada a estadios anteriores sexuales: el masoquismo y el sadismo. De ahí que las parejas que tienen serias dificultades sexuales, se están agrediendo permanentemente. Lo que tendría que ser una tensión sexual satisfecha con la cópula genital se transforma en una tensión sexual de palabras: peleas, forcejeos y llanto-eyaculación final. ( continuará )