O quizás no lo estaba tanto…
La noción de comunicación entre las plantas ha sido durante mucho tiempo marginada entre los estudios científicos. A finales de la segunda mitad del siglo XIX, la prestigiosa Escuela Alemana de Botánica publicó numerosos estudios de gran renombre, contando con la excelente aportación de Julius von Sachs quien dedico gran parte de su vida a estudiar la fisiología y la morfología de los procesos germinativos. Pero fue Charles Darwin quien revolucionó los conceptos básicos de la fisiología vegetal con la publicación, en noviembre de 1880, de su libro The Power of Movements in Plants. Darwin demostró en su obra que a pesar de la inmovilidad y la falta aparente de comunicación de las plantas, en ellas se “movían algunas sustancias químicas” involucradas en los mecanismos de comunicación internos y externos de las plantas, años después reconocidas por ser las sustancias reguladoras del crecimiento o fitohormonas.
Pero parece ser que las plantas tienen aún más modos de comunicación que han permanecido durante mucho tiempo siendo hipotéticos hasta que un equipo italo-australiano publicó en 2012 una nueva teoría sobre la posible comunicación entre dos plantas, el pimiento y el hinojo. Se sabe que el hinojo tiene la propiedad de emitir señales químicas poderosas por sus raíces y por las partes aéreas que inhiben el crecimiento de algunos de sus vecinos (por ejemplo, los tomates y pimientos).
El estudio evaluó la capacidad de las plantas de pimiento para “sentir” a sus vecinos hinojos e identificar a sus familiares mediante mecanismos alternativos a las vías de comunicación reconocidas de las plantas. Para ello, los investigadores utilizaron un sistema simple pero ingenioso para poder experimentar sus hipótesis (véase el diagrama siguiente).
En el centro, los investigadores depositaron un cilindro transparente que contiene una planta de hinojo. Alrededor de ella, pusieron o placas Petri que contenían las semillas de pimiento (para estudiar la velocidad de germinación), o plántulas de pimientos en macetas (para observar el crecimiento de las plantas). Todo ello estando encerrado herméticamente entre dos paredes entre las cuales se hizo un vacío de aire para que ninguna señal externa pudiese interferir con la experimentación. En ella, se estudiaron varias tesis:
- o bien el cilindro que contiene hinojo está abierto, este permitiendo la libre circulación de sus compuestos orgánicos volátiles en todo el recinto;
- o el cilindro está herméticamente cerrado, en este caso provocamos el bloqueo de la comunicación química pero no impedimos que el hinojo permanezca “visible ” por el pimiento, es decir, que aún tiene la capacidad de devolverle una parte específica de la luz incidente;
- o la caja está vacía, siendo nuestro primer control;
- o se oculta el cilindro por un revestimiento negro (para cortar la comunicación de luz) y se cierra con el hinojo en el interior;
- o, por último, la caja está vacía y cubierta por el revestimiento negro, siendo nuestro segundo control permitiendo medir la influencia de la capa negra sola.
El resultado más sorprendente de este experimento (hecho en un total de 6000 semillas) apunta a las dos últimas condiciones. Tanto las semillas en placas Petri como las plántulas de pimiento en macetas reaccionaron de manera diferente frente al cilindro oculto donde se encontraba, o no, la planta de hinojo. Cuando el cilindro oculto contenía la planta de hinojo, las semillas germinaban con rapidez y los nuevos brotes de las plántulas eran más grandes, comportamiento característico de una planta cuando está en situación de competencia. Cuando la caja era oculta por el revestimiento negro y vacía, el comportamiento de las semillas y de las plantas era normal.
Esto parece un remake botánico de la célebre novela de Gastón Leroux “El misterio del cuarto amarillo” (Le Mystère de la Chambre Jaune, título original en francés) en la que el crimen tiene lugar en una habitación a la que es imposible entrar ni salir.
¿Cómo puede ser que, sin recibir ninguna señal química, ninguna indicación de luz, ni contacto físico, el pimiento supo cuando el cilindro estaba vacío y cuando contenía el hinojo? Una de dos, o bien hubo un error en la experimentación y algunas señales químicas han podido “escaparse” del cilindro, o un modo de comunicación desconocido hasta ahora fue el autor de los hechos.
En la conclusión de su estudio, los investigadores sugieren dos hipótesis para el segundo caso. Primera posibilidad, las plantas siendo sensibles al campo magnético terrestre, tal vez sean también capaces de percibir un campo magnético ultra-bajo procedente de la planta oculta. Segunda posibilidad, y los autores parecen inclinarse más sobre esta hipótesis: el sonido. Obviamente sabemos que las plantas producen sonidos, y que no solo son chisporroteos y crujidos. La pregunta es si estos sonidos son receptivos.
Esta experiencia podría añadir un nuevo elemento a la investigación, siempre y cuando considerando que el pimiento, en sus diversas formas, recibió las ondas sonoras emitidas por el hinojo y que, por este hecho, aceleró su crecimiento como fortaleciéndose frente a la competencia de esta planta e incluso anticipándose a la llegada de sus moléculas químicas nocivas.
Pensad lo que queráis, pero yo creo que mi abuela era una científica nata, y seguiré hablando a mis plantas, ¿y vosotros?
Elodie Brans.