Alguien dijo: «Hay tres maneras de mirar. Si quiere ser desdichado, mírese a usted mismo; si quiere entretenerse, mire a su alrededor; pero si quiere tener la paz, mire hacia arriba».
Muchos hijos de Dios se privan de todo gozo porque se miran obstinadamente a sí mismos. De esta manera siempre se sentirán miserables y llenos de dudas desde la mañana hasta la noche.
A Pedro, quien le había pedido que fuera hacia él sobre el mar, Jesús le dijo: “Ven”. Pero Pedro no tardó en mirar hacia otro lado. Vio las olas levantadas por el viento y enseguida empezó a hundirse. El Maestro le dijo: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” La palabra del divino Maestro le aseguraba un apoyo inquebrantable, pero Pedro apartó su mirada de Jesús y comenzó a hundirse. Es necesario que mantengamos los ojos fijos en él.
El agricultor no puede hacer un surco derecho en su campo y un caminante tampoco puede hacer un rastro derecho sobre una alfombra de nieve si no miran fijamente a un árbol u otro objeto lejano delante de ellos.
Sólo tenemos paz cuando fijamos los ojos en Jesús. El día de su ascensión el Señor Jesús fue llevado arriba, al cielo. Con esta visión los discípulos se volvieron muy gozosos (Lucas 24:50-52).
Al ver el fuerte viento, (Pedro) tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Mateo 14:30-31.
(El Versículo del Día)