De rampas, redes y bondad innata en las personas (por Ana)

Publicado el 25 mayo 2016 por Imperfectas

El otro día colgué en mi muro de Facebook esta columna de Javier Gómez Santander:
http://www.elmundo.es/papel/firmas/2016/05/08/572c62d4ca4741e0778b458a.html
No es que pareciera que estaba escrita magistralmente ni que lo que contaba fuera la bomba, pero me emocionó mucho porque defiende una idea que llevo por bandera desde hace tiempo: la gente es esencialmente buena, empática y solidaria. En el artículo se habla sobre como todo un pueblo, sin pedírselo, ayudó a una familia en un momento muy delicado, en el peor momento que puede vivir un ser humano. Como todos arrimaron el hombro sin mediar palabra e hicieron lo que se suponía que había que hacer, que no fue lo material, el hecho de construir la rampa, fue trabajar codo con codo con aquellos que en ese momento necesitaban apoyarse en algo, en alguien, sentir cercanía, una mano que les sostuviera y una mirada que les alentara.
En la publicación de mi red social, una amiga y cuasi familiar, me hizo un comentario que me dejó pensativa. Ella defendía que sí, que las personas somos esencialmente buenas, pero que no creía en el altruismo en el sentido más puro. Ella pensaba que si ayudas a alguien tu satisfacción es mayor a la que proporcionas a aquel al que echas una mano. No sé si estoy muy de acuerdo con esto, pero es cierto que hay un cierto grado de bienestar y tranquilidad en actuar correctamente, pero creo que no es sólo eso lo que nos mueve. Bueno, no lo sé, pero quiero pensar que no.
Me niego a volver a hablar en este momento sobre la peor etapa de mi vida, creo que todos la conocéis, y si no es así, os invito a leer anteriores post. Pero lo que si voy a repetir siempre, hasta el fin de mis días, es que sin una red tan sólida como la que yo tenía no hubiera podido superarlo, literalmente. Quizá se me hubieran pasado locuras por la mente, quizá las hubiera llevado a cabo, o menos radical pero igualmente horrible, hubiera caído en una depresión o viviría aún hoy alimentada de pastillas que me hicieran reaccionar ante la vida. Yo sentí a “mi pueblo” hacer mi rampa, empujar conmigo, llorar cuando a mí se me saltaban las lágrimas, abrazarme aún a cientos y, en algunos casos, miles de kilómetros. Es curioso, pero yo sabía quién estaba pensando en mí, siempre lo supe, aunque no me escribiera ni me llamara… y siguen ahí, aún hoy, de otra manera más tranquila, menos sensible y delicada porque ya no lo necesito tanto, pero no dejan de remendar los agujeros que puedan surgir en la red.
Pero es que no es necesario pasar por un momento tan dramático, el día a día ofrece mil oportunidades para comprobar cómo siempre hay alguien ahí cuando se necesita. Evidentemente, esto no es un regalo, ni es algo que surja de manera espontanea de la nada. Claro que hay personas que ayudan a desconocidos, pero lo lógico es que tu rampa, tu red, se componga que aquellos con los que has creado un lazo fuerte y consistente. Y por eso hay que currárselo, estar, querer sin medida y sin cortapisas, abrirte hasta el fondo y dejar entrar a los demás.
Hoy quería escribir sobre esto, aún sabiendo que ya lo he hecho alguna vez en este blog, porque estoy viviendo dos situaciones laborales en las que interfiere mucho el factor humano y me ha hecho pensar en lo afortunada que soy. En la empresa con la que actualmente colaboro no están pasando por un buen momento. No me explayaré por esto de ser discreta y demás, pero lo cierto es que me he visto en medio de una situación difícil. Y como yo lo veo desde fuera creo que lo percibo todo con mayor claridad y objetividad. Lo que he constatado una vez más es que la grandeza de la amistad, la solidaridad, la ayuda, el respeto y la admiración, está presente entre aquellas personas que son de verdad, auténticas. He comprobado que lo que sostiene a todos los que están pasando por este mal momento es el aliento de sus compañeros más cercanos. Lo mejor de todo, es que, estando yo de paso, esas mismas personas me han aceptado con los brazos abiertos, me han integrado en su micro mundo de horas de oficina y sé que, a pesar de todo, me llevo de aquí a unos pocos amigos o proyectos de ello… Y eso es muy grande…
Por otra parte, tras todo lo que me pasó, ni siquiera tuve que ponerme a buscar trabajo. Enseguida conseguir uno y ahora ya estoy en proyecto de otro sin haber acabado en el que esto ahora. Dos amigos han tirado de mí hasta en este aspecto y no puedo dejar de agradecérselo… Estoy empalmando un trabajo tras otro gracias a ellos dos y a veces pienso que tampoco tenían necesidad de jugársela por mí, que hubiese sido más fácil callarse y no pringarse para que yo entrara en sus empresas, sus vidas al fin y al cabo… Pero no, ellos han estado ahí siempre, siempre, siempre… pero es que estos dos son de los buenos, de los que han tejido mi red con las manos desnudas, a golpe de cariño, paciencia y cercanía…
Así que sí, yo tampoco creo en el altruismo puramente genuino, pero sí creo que las personas tenemos un instinto de ayuda, de tribu, de solidaridad, de amor, que sobrepasa todas las barreras posibles… Y que así siga siendo para que el mundo sea un lugar habitable.