Revista Psicología

De Randy Pausch y La Última Lección a nuestros días de cuarentena

Por Yanquiel Barrios @her_barrios

De Randy Pausch y La Última Lección a nuestros días de cuarentena

Psicología Clínica

Escribo desde el refugio de mi hogar, en este rincón de la Patagonia, en Argentina, mientras por aquí transcurre el día 28 del "aislamiento social, preventivo y obligatorio", como se ha llamado por estas latitudes a la cuarentena.

Observo por la ventana que da a la calle y, obviamente, no veo a nadie. A lo lejos algún perro ladra lastimero, como extrañando el ajetreo de días pasados. Tomo al azar un libro de la biblioteca. La Última Lección, de Randy Pausch. Lo he leído varias veces. Hay varios subrayados. Decido volver a leerlo, porque siento que su mensaje cobra vital importancia, más que nunca en estos días de inquietud, incertidumbre y ansiedad.

Randy Pausch (1960-2008) fue un ingeniero y profesor estadounidense al que principalmente se lo recuerda por su "última lección", un discurso inspirador impartido a sus alumnos de la Universidad Carnegie-Mellon el 18 de septiembre de 2007, mientras enfrentaba un cáncer terminal.

El discurso, de poco más de una hora y media de duración, posteriormente fue ampliado y se publicó como libro bajo el título de "La Última Lección". Nada más acertado, dado que el profesor Pausch falleció en junio del año siguiente.

En dicho discurso resaltan dos ideas: lo saludable de admitir lo que es obvio y la posibilidad de decidir qué hacer con ello, todo en pos de lograr nuestros sueños, aprendiendo a guiar la vida. Lo ejemplificó de la siguiente manera: "Mi padre siempre me enseñó que, cuando hay un elefante en la habitación, es necesario presentarlo." El "elefante en la habitación" del profesor Pausch eran diez tumores en el hígado y una cuenta regresiva en marcha de la que todos eran conscientes.

A lo largo de su exposición repasó su vida y animó a sus oyentes a luchar siempre para vencer las dificultades. "No podemos cambiar las cartas que nos han repartido, pero podemos tomar decisiones acerca de cómo jugaremos esa mano". No podemos cambiar las situaciones adversas que se nos presentan en el devenir de los días, pero podemos decidir cómo responder ante ellas, aunque a veces nos parezca lo contrario.

Y si de situaciones adversas hablamos, por antonomasia hoy por hoy tenemos que referirnos al Coronavirus, que llegó de repente y dio vuelta a nuestras vidas, dejándonos en medio de un paréntesis de incertidumbre. Cada día en cada programa de televisión se entrevista a decenas de especialistas de las más diversas áreas, los cuales tratan de esbozar algunas ideas a fin de encontrar un orden al caos en que se convirtió lo cotidiano. Los líderes políticos procuran mantener a flote la nave del Estado y los referentes espirituales y religiosos intentan descifrar un designio de la voluntad divina en este signo de los tiempos. Sin embargo, hay una realidad cruda y dura que es transversal a todas las interpretaciones y es el informe que emite cada noche el Ministerio de Salud: hoy tenemos tantos nuevos infectados y tantos nuevos fallecidos, los cuales se cuentan ya por centenares. Al margen de todas las interpretaciones y especulaciones que puedan hacerse, los números están ahí, frente a nosotros, en toda su impúdica desnudes.

He aquí, señoras y señores, nuestro "elefante en la sala". Mucho gusto.

Y así estamos: algunos transcurriendo los días que ya se cuentan por semanas en el confinamiento de nuestros hogares. Y otros, teniendo que salir a cumplir con deberes impostergables, sometiéndose a la tensión que implica ir transitando por el campo minado de las múltiples exposiciones al contagio.

Volviendo al discurso del profesor Pausch, algunos podemos obviar al "elefante" y hacer como si no estuviera. Autoengañarnos con la idea de que aquí no pasa nada, no es tan grave y todo es una conspiración de los medios y grupos de poder. También podemos recurrir a taparnos los oídos, apretar fuerte los ojos y negarnos a saber lo que sucede. El punto es que un "elefante en la sala" ocupa mucho espacio y tarde o temprano nos tropezaremos con él, nos impedirá el paso, teniendo que terminar por admitir su presencia, más allá del color que sea.

De Randy Pausch y La Última Lección a nuestros días de cuarentena

Por otra parte, también podemos quedarnos lamentando o paralizados ante el juego que inesperadamente nos fue obligado a jugar. En el barajar de las cartas, tal vez las que nos tocaron no sean precisamente las mejores para disputar la partida. Sin embargo "podemos tomar decisiones acerca de cómo jugaremos esa mano", decía Randy Pausch. Podemos evaluar que herramientas tenemos a mano y qué podemos hacer con ellas; con qué recursos disponemos, con quienes podemos contar y básicamente, que información recibimos. Ojo que al hablar de "información", es necesario a su vez preguntarse: ¿es veraz toda la catarata de datos que se comunica las 24 horas del día? ¿me hace bien estar sobre informado? ¿qué hago con esa información? Lo que me transmiten los medios sobre esta enfermedad ¿me está ayudando a tomar todas las precauciones necesarias o, por el contrario, es un lastre que me hunde cada vez más? En base a las respuestas obtenidas, iremos tomando decisiones acerca de cómo jugar esta mano, difícil sin duda, pero no imposible de ganar.

Finalmente, también he escuchado la idea del "propósito". Que esta situación calamitosa y global ocurre para enseñarnos una lección. Disiento de esta idea, así como está planteada. Personalmente creo que las cosas "pasan", así como un río avanza cumpliendo su búsqueda inexorable del mar, más allá de los accidentes geográficos del camino. Ahora, que de estas vivencias difíciles salgamos fortalecidos, con nuevas habilidades y perspectivas de la vida, será cuestión muy del fuero interno de cada uno. Podemos tomar esta situación inédita como un examen a rendir ante un rudo y estricto profesor o, por el contrario, como un alistarse de la mejor manera posible para enfrentar la batalla por la vida, utilizando las herramientas de las que disponemos.

Para los que lisa y llanamente creemos en Dios sin intermediación religiosa, el tipo de respuesta al planteo anterior dependerá de la concepción que tengamos de él. "El secreto de éxito radica en la unión del poder divino con el esfuerzo humano", escribió por allí Ellen White y me parece la mejor definición al respecto. "Unión", en este caso, con Dios a través de la fe. Pero también asiéndonos de cada herramienta que, desde lo más íntimo de cada uno, consideremos oportuna.

Volviendo a Randy Pausch y a su "última lección", admitir la realidad es mejor que estar inmersos en la niebla frustrante del triunfalismo.

¿Es grave la situación? Es grave.

¿Sabemos cómo y cuándo terminará esto? No, no lo sabemos.

¿Hay alguna forma de estar inmunes? Absolutamente, no.

¿Y entonces que hacer?

Vuelvo a Randy. "La lección de hoy -dijo al finalizar- se refiere a cómo guiar la vida", una vida que sin duda se encontrará con muros altos y que impedirán -por ahora- ver más allá. Pero que sin embargo están "no para dejarnos fuera, están ahí para darnos la posibilidad de demostrar lo mucho que queremos algo". Una suerte de "adaptación activa a la realidad" -al decir del psiquiatra argentino Enrique Pichón Rivière- donde la voluntad se moviliza en pos de un aprendizaje, siendo modificados por el medio -obviamente- pero también pudiendo modificarlo con una actitud saludable.

Definitivamente, lo dicho por Randy Pausch, aquel lejano día de septiembre de 2007 en su última lección, bien vale recordarlo en plena cuarentena mundial.


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