… de recoger lo sembrado

Por Arusca @contrasypros

Aunque bien pudiera ser que fuera a hablaros hoy en forma figurada (quien siembra vientos recoge tempestades o similar), lo cierto es que esta entrada va a ser muy literal. Hace tiempo os conté que había plantado semillas de calabaza, pero no os conté qué tal nos fue. Bueno, pues esta entrada va de eso, aunque tiene moraleja final

Siguiendo las indicaciones de San Google, las semillas de calabaza las plantamos en primavera, después de Semana Santa, cuando se supone que ya han pasado definitivamente las heladas. A principios de verano, aquellas semillitas ya eran plantas de verdad, vistosas, de grandes hojas y muy verdes. En pleno verano, además tenía unas flores amarillas bastante grandes y muy vistosas. Me encantaban.

Se suponía que las primeras flores no daban frutos y que su función era polinizar a las que vendrían después (si hay algún entendido en la sala, tiene la libertad de corregirme si lo considera oportuno ). La flor se abre y después se marchita. De ahí sale una especie de capullo que en realidad es como una pelotita verde al principio y amarilla después que, al crecer, se supone, se convertirá en una calabaza. Y digo “se supone” porque ahí nos quedamos nosotros. Ese bulbo se ponía mustio y acababa por morir. Así que nos pasamos todo el verano con grandes hojas verdes y flores amarillas, pero el otoño no nos trajo las ansiadas calabazas.

Sin embargo, lo que sí hemos tenido todo el verano y parte del otoño han sido tomates y pimientos. Mi padre guardó unas semillas de tomates y pimientos que habían usado para hacer de comer, vamos, de los comprados en supermercados o fruterías. Las plantó sin mucho convencimiento de que aquello saliera adelante, pero para su sorpresa, salieron unos brotes. Cuando levantaban un par de palmos del suelo, nos trajo la mitad de los de tomates y la mitad de los de pimientos.

Las trasplantamos en casa y empezaron a crecer. Y dieron frutos. Y nos comimos aquellos pimientos y tomates y estaban riquísimos. A mí me encantan los tomates sólo con un poquito de sal. Y ha resultado que al Mediano le pirran los pimientos crudos. Nos pasamos todo el verano comiendo tomates y pimientos recién cogidos. ¿Y los de mi padre? Pues muy a su pesar, las matas que se quedó él no prosperaron. ¡Y eso que todas habían salido del mismo sitio!

Además, me dio por comprar una tomatera de tomates cherry que me encantaba recoger y echar a las ensaladas. Aunque he de confesar que me gustaba más el sabor de los tomates de mi padre. Y, ya puestos a plantar, también planté unos ajos que se nos estaban pasando. Cabezas de ajo no hemos sacado, pero hemos recogido unos ajetes que, echados a la tortilla francesa o a un revuelto de verduras, estaban riquísimos. Ay, madre, qué hambre me está entrado, jajajaja…

CONTRAS:

  1. Hay que saber cuándo plantar cada cosa. Yo aún estoy en ello. Me hubiera encantado poder plantar brócoli, que al Mediano y a mí nos encanta, para comérnoslo ahora en invierno, pero se nos pasó el tiempo y ahora tendremos que esperar otra temporada.

  2. Lo de las calabazas fue una gran decepción, he de confesarlo. Planté las semillas de las calabazas de Halloween y me pasé todo el verano esperando que alguna cuajara y pudiéramos usar las nuestras propias este año. Y todos nos quedamos con las ganas.

  3. Aunque a nosotros no nos pasó (cruzaremos los dedos), hay que vigilar las plagas: que si hormigas, bichos en las hojas, hongos y demás. ¡Menos mal que nosotros plantamos por gusto!

PROS:

  1. Nosotros no tenemos espacio para un huerto. Pero eso no es excusa para no plantar. Hoy en día existen cajones estupendos para plantar que pueden colocarse en patios o terrazas. Plantas como las lechugas se pueden colocar perfectamente en macetas o jardineras corrientes y las de tomates cherry quedan estupendas en latas.

  2. Es fantástico enseñarles a los niños de dónde vienen algunas verduras y hortalizas. Los míos alucinaron al ver que el pimiento salía de una flor. Pero es más genial para mí ver cómo iban cada día a mirar si los pimientos estaban ya lo bastante grandes o si los tomates comenzaban ya a ponerse rojos para poder comérselos.

  3. Como veis, no hace falta comprar determinadas semillas a menos que estemos buscando una variedad concreta. Las de las verduras y hortalizas que compramos a diario nos pueden servir perfectamente.

Esto de plantar semillas es curioso y muy parecido a la vida. Hay veces que pones todas tus ilusiones en algo que no termina por prosperar y nos entristecemos. Sin embargo, algo que te llegó por casualidad y que mantienes sin mucha esperanza resulta ser lo que te sorprende y te da mejores frutos. De todo se aprende. Y que sepáis que yo, este año, pienso volver a probar suerte con las calabazas. Igual que en la vida, que no se diga que no obtuvimos calabazas por no intentarlo .

Y para terminar esta entrada, os recuerdo que hoy es el último día del súper sorteo de cumpleblog que pusimos en marcha hace un par de semanas. Tenéis hasta esta medianoche para participar si no lo habéis hecho ya