Estamos cogiendo mucha experiencia con referéndums y votaciones. Este fin de semana hemos tenido los casos de Hungría y Colombia. El primero con la peculiaridad de necesitar y un 50% del censo en las urnas para valer y el segundo con la peculiaridad de que vale a pesar de la poca participación y lo estrecho del resultado. Todavía tenemos en el recuerdo el referéndum sobre el Brexit, con su jornada de reflexión después de celebrarse y no antes; el de la independencia de Escocia, con el argumento implícito de que era la independencia lo que les dejaría fuera de la UE, y el de Grecia, que no sirvió para nada.
No creo que nadie vaya a estar en contra del referéndum como medio democrático y, desde luego, no lo estará este bloguero. Lo que sí creo es que necesitamos una reflexión sobre algunos modos. En principio en un referéndum se vota entre dos opciones, por lo que no hay razón para el voto estratégico y debería servir para recabar las verdaderas preferencias de los votantes. No siempre es así. A veces hay más de dos opciones, implícitas o explícitas. Lo primero ocurre cuando a ese referéndum seguirá posiblemente otro o cuando la abstención tenga relevancia.
Esto último ha sucedido en el de Hungría. Se votaba una moción para no acoger inmigrantes. Las reglas eran que votara más del 50% del censo y que una mayoría de ellos lo hiciera a favor para que la moción se aceptara. Esto crea una situación asimétrica entre las posiciones. La partidaria de las cosas continúen como en caso de que el referéndum no triunfe tiene una ventaja. Imaginemos que el 45% de la gente prefiere el si, el 30% el no y el 25% restante no tiene una idea clara y no votará. Si votaran todos los que tienen una posición definida, el sí ganará 60-40, con participación del 75% (la proporción no-sí es 3 a 2). Un resultado muy claro, pienso yo. Pero si los partidarios del no se quedan en casa, el resultado será 100-0, pero con una participación del 45% que hará que el resultado sea inválido. Es una propiedad muy mala de este tipo de referéndums, que hace sea muy manipulable. Si no se quieren tomar decisiones con baja participación hay otras maneras de hacerlo reduciendo este problema. Por ejemplo, pidiendo un mínimo del censo en la posición ganadora. Un 45% es ya mucho pedir. En Hungría votó algo más del 40% y, de ellos, el 98% a en contra de las cuotas de inmigración de la UE, por lo que el referéndum no vale y se aplicarán las leyes comunitarias. Un buen resultado si uno está a favor de los refugiados (yo lo estoy y mucho), pero un mal sistema que no oculta la opinión mayoritaria contra ellos en Hungría.
En Colombia, el no al acuerdo de paz con las FARC ha ganado por la mínima (50,21 frente a 49,78) y con un 40 de participación. Con las reglas húngaras este referéndum no valdría y el gobierno estaría libre para tomar la decisión (a favor del acuerdo). Con las reglas colombianas el referéndum de Hungría sí valdría y el gobierno se opondría a las leyes comunitarias sobre refugiados. Una distancia tan corta entre las dos posiciones para una cuestión tan importante y con una participación limitada es siempre una llamada a darle alguna vuelta más al asunto. Es posible que así sea en Colombia, con otro acuerdo que sea más aceptable que este para la votación. Lo que pasa es que, por una parte, este otro acuerdo no estaba previsto y, por otra, que si estuviera prevista esa posibilidad, se habrían introducido aspectos estratégicos en la votación. Gente a favor del acuerdo, pero que prefieran todavía otro más duros hubieran votado en contra. No hay mucha salida, pero la previsión de que el referéndum no es válido si la distancia no es mayor que una que se estime oportuna (unido a que la posición ganadora tenga un mínimo del censo, como antes, para alentar la participación) podría introducir un elemento estabilizador. En caso de que el referéndum no fuera concluyente por estar las partes igualadas podría tenerse la previsión de repetirse en un futuro cercano.
Provisiones de este tipo impedirían que circunstancias coyunturales influyeran demasiado en decisiones de gran calado, como puede haber ocurrido en Colombia y en el Brexit. Si los gobernantes y el parlamento en Catalunya siguen insistiendo en un referéndum, es posible que algún día haya que celebrarlo, y mejor si para ese momento hemos aprendido algo en cabeza ajena.
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Hace cinco años en el blog: Lo confieso: cada día tengo manías.
Y también: Por qué el sexo y por qué en parejas (2).
Hace tres años en el blog: Cómo no medir el esfuerzo fiscal.
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