En estas fiestas de fin de año los invitamos a tomarnos un tiempo, leer, reflexionar, conversar, sobre cómo fuimos perdiendo la capacidad de bien relacionarnos, respetarnos y empatizar.
Los invitamos a sentarnos todos en el mismo bando y reencauzar las energías masculinas mal entendidas: el poder de unos sobre otros, los ricos sobre los pobres, los blancos sobre los negros, los hombres sobre las mujeres, los adultos sobre los niños.
Que el 2013 sea el año en que recuperemos la fuerza femenina y la fuerza masculina amorosa, esa que entiende que todos los seres humanos nacen con las mismas necesidades de ser vistos, amados, amparados, bien tratados, satisfechos, acompañados.
Felices fiestas de fin de año con sus seres queridos. Y que el 2013 venga cargado de AMOR!!
¿Hemos perdido realmente la capacidad de respetarnos?, ¿somos incapaces de sentir empatía por lo que les sucede a los demás? Después de una intensa y poco grata Navidad, puedo afirmar que así es. Por desgracia estas son fechas complicadas, donde la tradición obliga a reuniones imposibles con personas que no aprecias, con quien no te llevas bien o incluso con quien aborreces. A estas alturas todos sabemos -o deberíamos saber- que los lazos de la sangre no son los que unen, sino que son los lazos de la amistad y el verdadero amor los que estrechan vínculos.
Pero a pesar que esa lección todos -creo yo- la tenemos aprendida, nos empeñamos en cumplir año tras año la temida tradición. Y en muchos hogares lo que debería ser concordia, recuentro y amor, se convierte en hipocresía elevada a la enésima potencia. Junto a la hipocresía, viene la discordia, el desencuentro y como no el desamor. Justamente lo opuesto de lo que se espera o de lo que debería ser.
Y surgen las bromas, las risas cómplices, la resignación entre amigos, conocidos y familiares cuando se hablan de estos encuentros. ¿Cómo pasáis las Navidades, tranquilos o en familia? suele preguntar un amigo mío llegadas estas fechas. La ironía de la pregunta es brillante.
Parte de nuestra familia está en conflicto. ¿Una lucha de poder?, podría decirse que sí. Montañas hechas de granos de arena, prioridades equivocadas, falta de empatía y por encima de todo la hipocresía. Y ya dice la Real Academia Española lo que significa: Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan. Y cuando ya el fingimiento se hace insufrible surge el conflicto, burdo, soez, sin sentido. Pero esto no es lo que yo estoy enseñando a mi hijo. Su padre y yo le estamos brindando una educación emocional, para entender y manejar sentimientos y emociones. Para que sepa analizar, reconocer y afrontar las diferentes emociones. Para que no se esconda, para que sepa sufrir cuando sea el momento y gozar cuando toque. Para que abra su corazón aunque duela y deje fluir.
Así pues pensando en él y por él, mi firme propósito de Año Nuevo es huir de cualquier forma de hipocresía, y no solo de ese sentimiento sino de aquellas personas que lo cultivan. Pese a quien pese y pase lo que pase.