Esto viene a cuento por la concesión del Premio Nobel de Medicina de este año a varios científicos estadounidenses gracias a “sus descubrimientos de los mecanismos moleculares que controlan el ritmo circadiano”. Al parecer, han hallado el patrón genético que regula que por las noches tengamos sueño y por el día rebosemos vitalidad. Se trata de un gen que sincroniza las funciones de nuestro cuerpo al ciclo rotatorio de 24 horas del planeta. Se buscaba desde antiguo dónde y cómo ese reloj interno podía controlar nuestra biología puesto que ya se sabía que hasta las plantas disponen de tal “reloj” para abrir sus hojas de día hacia la luz del Sol y cerrarlas al atardecer, reproduciendo el ciclo de este comportamiento incluso cuando eran metidas en un cuarto oscuro, lo que sugería algún mecanismo interno de regulación y no un simple heliotropismo, como el que muestran los girasoles jóvenes.
Resulta que estos ritmos circadianos (de circa, alrededor, y dies, día) existen en todos los seres vivos -sean unicelulares o complejos, animales o plantas-, y que hasta cada célula dispone de un reloj interno autorregulado que controla su funcionamiento. Son fruto de la evolución y de nuestra dependencia del medio ambiente, al que todo organismo ha de adaptarse para sobrevivir y perdurar como especie.