Eslovenia en invierno es un espectáculo para los sentidos, y pocos lugares capturan su magia como Šentjošt y el icónico Lago Bled. Rodeados de paisajes nevados, historia y experiencias únicas, estos destinos son ideales para quienes buscan algo más que las clásicas postales. En Šentjošt, un encantador pueblo de montaña, podrás disfrutar de ferias locales rodeadas de bosques y fogones, mientras que Bled te cautivará con su lago glaciar, su isla de ensueño y el imponente castillo que domina el horizonte. Explorá con nosotros estos imperdibles de Eslovenia y descubrí por qué son perfectos para tu próxima aventura.
📍 Realizamos estos recorridos partiendo desde Liubliana, la capital de Eslovenia y nuestro punto base para explorar lugares increíbles. Si querés saber más sobre qué hacer en Liubliana, visitá nuestro post dedicado a esta encantadora ciudad.
Bled: La postal de ensueño de Eslovenia
El Lago Bled es, sin dudas, la postal más famosa de Eslovenia. No hay agencia de viajes, tienda de souvenirs u oficina de turismo que no lo tenga como protagonista. Pero nada te prepara para verlo en persona. A menos de una hora y media de Liubliana, este rincón mágico parece salido de un cuento: un lago glaciar rodeado por los imponentes Alpes Julianos, con un castillo que se alza en lo alto de una colina como un guardián eterno y una isla diminuta coronada por una iglesia que parece dibujada a mano. Y sí, confirmamos que en vivo es tan espectacular como en las fotos.
Caminar alrededor del lago fue lo mejor que hicimos en Bled. El sendero de 5 kilómetros que rodea el lago es perfecto para absorber la belleza del paisaje desde todos los ángulos. Pero, como buenos aventureros, decidimos ir más allá y subir una de las colinas cercanas. ¿El problema? Había nieve, y nuestro calzado no era el ideal. A mitad de camino, sufrimos una caída (bastante graciosa) que nos hizo replantear la odisea. Entre risas y algo de frustración, desistimos de llegar a la cima, pero la experiencia quedó como una anécdota divertida para recordar. A pesar del traspié, cada rincón del lago nos regalaba vistas que parecían salidas de la portada de un libro de cuentos.
Después de la caminata y nuestro intento fallido de exploración, nos tomamos un momento para simplemente contemplar el paisaje. Entre fotos y más fotos, pasamos por el centro de Bled, donde una feria navideña añadía un toque festivo al ambiente. Eso sí, aunque la tentación de quedarnos a comer era grande, los precios elevados y las opciones poco atractivas nos hicieron decidir volver a Liubliana para comer algo rico y a buen precio. (Por cierto, si querés nuestras recomendaciones para comer bien en la capital, te dejamos el link a este post).
El Lago Bled no solo cumple con las expectativas, las supera. Es un destino que te deja sin palabras, ideal para una escapada desde Liubliana y para crear recuerdos que te van a acompañar para siempre.
¿Cómo llegar a Bled?
La manera más rápida y barata de llegar al Lago de Bled desde Liubliana es ir hasta la estación principal de buses. Sale uno por hora y el trayecto dura 1.19h y te deja en el pueblo de Bled, a unos 300m del lago. El primero sale a las 6am y el último de regreso desde Bled a Liubliana sale a las 21:30h. El pasaje sale 8 euros la ida e ida y vuelta 13 euros.
Šentjošt: Un refugio invernal entre montañas, historia y tradición local.
En diciembre de 2019, dejamos Liubliana atrás y nos adentramos en Šentjošt, un pequeño pueblo enclavado en el corazón de los Dolomitas Polhov Gradec, donde la historia y la naturaleza se entrelazan de manera única. Este rincón de Eslovenia ha sido testigo de siglos de vida: desde los celtas y los comerciantes romanos hasta los fresquistas medievales que dejaron su arte en sus iglesias. Durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, también marcó momentos clave de resistencia y lucha. Pero hoy, Šentjošt es un refugio de tranquilidad, rodeado de colinas, bosques y una hospitalidad que te hace sentir como en casa.
Nuestra base fue la casa Možinet, una construcción de más de 400 años que combina la tradición con las comodidades modernas. Allí nos esperaba Peter, el anfitrión más simpático que podríamos imaginar. Nada más llegar, nos sorprende sacando un mate de su alacena, ¡se lo regalaron unos amigos argentinos! Entre charlas sobre sus viajes y la casualidad de que tiene familia en Castelar (muy cerca de donde vivimos), nos mostró el que sería nuestro departamento: amplio, cálido y equipado con todo lo que podés necesitar, desde cocina completa hasta una mesa de pool. Aunque no ofrecen desayuno, Peter se aseguró de llenar la heladera con un festín de productos locales: yogur, salchichas, quesos, mermeladas y más. ¡Un lujo inesperado!
Šentjošt nos recibió cubierto de nieve, como una postal invernal. En este pueblito, donde el tiempo parece detenerse, nos encontramos con una feria de productores locales, montada en un bosque mágico rodeado de fogones encendidos que le daban un calor especial a la tarde. Entre los puestos, conocimos a Vid y Anita, un matrimonio que se dedica a restaurar frescos y organiza talleres para quienes quieren aprender esta técnica. Su pasión nos contagió, y pronto estábamos en un taller al aire libre, con las montañas de fondo y el aroma de la sopa de carne y el punch caliente acompañándonos. Cada rincón del pueblo, desde la histórica iglesia de St. Jošta hasta los caminos que serpentean entre prados y bosques, parecía salido de un cuento.
Šentjošt no es solo un destino; es una experiencia que abraza el alma. Perfecto para quienes buscan desconectar, conectar con la naturaleza y descubrir historias que inspiran. Si estás pensando en explorar Eslovenia, anotá este lugar en tu lista. ¡Te va a encantar tanto como a nosotros!
Gric: Un Restaurant en la colina
Invitados por la Oficina de Turismo de Eslovenia fuimos hasta Gric, un restaurante familiar ubicado en el pueblo de Šentjošt. Están desde 1993, y desde 2009 el restaurante está dirigido por el chef Luka Košir, un genio que se acercó después de la comida para conocernos.
La oferta del restaurante se basa en el uso de ingredientes locales a lo que se le suma pesca del Adriático. El menú cambia seguido y depende de las estaciones y los ingredientes frescos disponibles en ese momento. Lo curioso es que ofrecen solo menús de degustación por lo que si vas a pedir a la carta este no es el lugar.
Comida directamente del campo al plato. Y es que el entorno natural es inmejorable, la naturaleza que nos rodea es generosa y la vista se pierde entre las colinas. Utilizan métodos de almacenamiento tradicionales y modernos desde el decapado, salazón, secado, ahumado, fermentación hasta mermeladas, compotas y licores caseros. La comida se almacena en plena madurez y la ofrecen en los meses en que no está en la naturaleza. El 80% de las frutas y hortalizas se cultivan en la granja de origen. Además, tienen la primera granja de patos ecológica certificada de Eslovenia.
Cada plato fue exquisito: paté de pato sobre una salsa de manzana, pez bonito del Mar Adriático estacionado por 40 días, ravioles de camarón con salsa de langosta, pato con polenta y trufa blanca, venado, y de postre brownie con helado, gomitas de eucalipto y zanahoria caramelizada.